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El Metaverso o la gran fábrica de mercancías construida con NFTs

En el Metaverso, gracias a los NFTs, todo queda mercantilizado. Los NFTs son el puente que convierte un elemento gráfico en una mercancía: el dibujo de un bolso en un bolso, el dibujo de unas sneakers en unas sneakers y un avatar en un avatar. Todo con su precio, que puede comprarse y venderse directamente en el propio Metaverso. El Metaverso es una fábrica y, a la vez, un escenario de mercancías. Cada imagen, una mercancía. Todo, un mercado. El Metaverso es, sobre todo, un Mercaverso. Un espacio dirigido hacia el mercado y, con ello, tal vez esté inaugurando una nueva fase del capitalismo.

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Metaverso y NFTs

La mercancía es el corazón del capitalismo. Por ello, el primer capítulo de El Capital, de Karl Marx, lo dedica a la configuración conceptual de la mercancía. Es cierto que su aparente intención -y por ello utiliza el término fetichismo- es destacar que, tras el valor de la mercancía, hay otra mercancía que, según su análisis, da valor a todas, que es la fuerza de trabajo. Dejando esto último momentáneamente entre paréntesis, el desarrollo del capitalismo, para bien o para mal y ha de reconocerse que es el sistema que mayor bienestar y libertad ha generado, puede entenderse como un proceso de mercantilización, de hacer valer las cosas a través del mercado.

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El fetichismo de la mercancía intentaba denunciar que esa mercanitlización se fundamentaba en que el capitalismo había conseguido mercantilizar una actividad que, según la visión antropológica marxista, no podía mercantilizarse, como es el trabajo. Es en la mercantilización del trabajo, donde los capitalistas, los propietarios de los medios de producción, obtenían la plusvalía.

Todos servimos a Leviatán

Según Marx, el desarrollo del capitalismo se debía a la malvada -según su moralizada visión- capacidad de esos propietarios de los medios de producción para extraer plusvalía y generar mercancías y capital. Ahora bien, desde sus principios y de aquí su especial interés en acompañar inicialmente al capitalismo, el principal extractor de la plusvalía es el Estado.

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La institución estatal extraía la plusvalía previamente extraída por el proceso del proceso de producción. Si los propietarios de los medios de producción son los extractores de plusvalía, asumiendo la máxima marxista, el Estado es el extractor de esa plusvalía. Una especie de meta-extractor, de explotador de segundo grado, en una dialéctica de la negación de la negación. En cierta forma, Pier Paolo Passolini, que ahora cumpliría cien años, tenía razón, en un comentario sobre las movilizaciones estudiantiles italianos de marzo de 1968, los verdaderos proletarios eran los policías, que se veían obligados a reprimir esas movilizaciones. Los proletarios son los que sirven al Estado y, directa o indirectamente, todos servimos a Leviatán.

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El proceso de mercantilización

Un Estado que históricamente lleva al paroxismo este comportamiento principalmente a partir del desplazamiento de la iniciativa privada, intentándose convertir en el único extractor -sin intermediarios- de la plusvalía -todos trabajando directamente para él- pero sin el motor de la mercantilización. Al revés, hasta que el Estado chino hizo la reconversión a su capitalismo de estado, bajo el lema de una supuesta desmercantilización de la sociedad, lo que llevó la mercantilización al submundo y la ineficiencia de los mercados negros y los mercados ficticios, dominados por poderes originados fuera de los propios mercados. El capitalismo va desde la libertad a la mercancía. La desmercantilización colectivista estatal desde la mercancía al totalitarismo.

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La historia del capitalismo es la historia del proceso de la mercantilización y los obstáculos a su lógica mercantil. Pero regresemos al presente. En su fase anterior a internet, el mercado va haciendo progresivamente mercancía toda cosa o práctica con valor de uso, convirtiéndolas en bienes y servicios. Su fuerza estriba en la necesidad de continua reproducción ampliada del capital. El capital, compuesto por mercancías, tenía que reinvertirse para seguir funcionando. Esta es una de las formas de su reproducción ampliada. La otra, es ampliando el espectro de las mercancías. Convirtiendo todo en mercancía. Como hemos dicho, transformando cosas y prácticas en bienes y servicios.

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Capitalismo de plataforma

Teóricos relativamente recientes se hacen eco de esa capacidad integradora, de convertir todo en mercancía y, por ende, en capital. Se habla así de capital social, de capital cultural, de capital simbólico, de capital erótico, de capital lingüístico. Todo lo que pueda adquirir valor y capacidad de diferenciarnos unos de otros, tiene la posibilidad de convertirse en capital y de, por lo tanto, tener como equivalente general último al dinero. Cada capital con su particular mercado; pero con mercado al fin y al cabo. El capital es un concepto irresistible porque no podemos resistirnos al mismo. Nos hace crecer. Nos hace crecer en un proceso continuo de mercantilización. Lo que hace el capital, como sistema, es que todo lo que socialmente se valora pueda convertirse en dinero.

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Aquí viene el presente. En el capitalismo de plataforma, la mercantilización básicamente consiste en conseguir, a través de internet, convertir bienes o servicios que anteriormente aparecían fuera del mercado en mercancía: una habitación, una casa, un hueco en el coche para un viaje, un vestido usado, una bicicleta que ya no se va a usar más. Nos sorprendimos a nosotros mismos viendo cómo podíamos mercantilizar nuestro entorno inmediato, con solo ponerlo en una de esas plataformas en internet.

Pues bien, el Metaverso es la mercantilización en la red. Ya no solo a través de la red. Por ejemplo, no se trata de comprar una entrada, para un concierto de música, a través de internet, sino de adquirir un NFT que permite el acceso a un concierte en internet.

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Avatares que se convierten en marcas

En internet, especialmente con las redes sociales, nos empujaban a convertirnos en una marca. Una marca de nosotros mismos. Nos empujaban a usar las redes sociales como vía de promoción de “nuestra marca personal”, para actuar fuera de internet. El mercado estaba fuera. En el Metaverso, nos convertimos en avatares que, a su vez, se convierten en marcas, que, a su vez, pueden venderse instantáneamente, ya sea totalmente, o de manera parcial, cediendo derechos de imagen, como está pasando con los ya populares bored apes (monos aburridos), de manera que algunos de estos NFTs se usan para promocionar marcas y productos.

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Ubicado en la mercantilización de lo digital, el Metaverso puede ir hacia un mercado centralizado o un mercado descentralizado. No cabe duda de que, tras esta disyuntiva, surgen preguntas. ¿Puede esta nueva ampliación de la mercantilización y los mercados llevarse a cabo sin regulación? ¿bastaría con autorregulación descentralizada? Ese fantasma que, para el Marx de El Manifiesto Comunista, cubría el mundo, como es la mercancía, ahora también se encuentra en el mundo digital. El Metaverso es un Mercaverso.

Imagen Pixabay

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Javier Callejo
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