La criptomoneda china se llama DCEP (Digital Coin Electronic Pay). Sus siglas provienen de Digital Coin Electronic Pay (Pago electrónico de moneda digital) y podría convertirse en la primera moneda digital estatal construida usando tecnología blockchain.
Las siglas de la moneda digital centralizada DCEP, que las autoridades chinas definen de «privacidad manejable«, encierran el potencial transformador de la economía del país asiático.
Con Digital Coin Electronic, China busca vincular 1:1 su actual fiat, el RenMinBi (RMB). Su objetivo es aumentar la circulación del RMB y poder obtener así un alcance internacional. La estrategia llevaría a China a convertirse en una referencia económica cada vez más poderosa. Permitiéndole competir, e incluso, superar al dólar estadounidense si se dan las condiciones adecuadas.
China, una nación conocida por su férrea posición en contra de las criptomonedas, experimenta con la criptoeconomía desde la contradicción más absoluta. Su radical cambio de posición respecto a las criptomonedas es una prueba de ello, en un país donde hasta hace muy poco hablar de Bitcoin era un riesgo que muy pocos se atrevían a tomar.
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Quizá, la respuesta sobre el motivo que ha llevado a las autoridades de China a emprender tal giro, pueda encontrarse en el convulso panorama mundial que existe alrededor de las monedas digitales. Sobre todo, en torno a las stablecoins globales. La Libra de Facebook y el ampliamente conocido uso de Tether, una stablecoin vinculada al dólar estadounidense, pueden ser algunas de las razones que han llevado a China a apostar por una moneda digital centralizada propia
La explosión del su uso de Tether es tal, que ya es considerada como el “fiat de facto en el comercio chino”. De hecho, China ostenta el primer lugar en la región de Asia en el uso de Bitcoin y de Tether. Algo que el Gobierno de Xi Jinping puede interpretar como una amenaza para su soberanía económica. Como casi todos los mandatarios, las autoridades chinas sostienen que las monedas digitales solo deben ser emitidas por gobiernos y bancos centrales.
Una moneda que todos deben adoptar
La nueva criptomoneda de China, que está bajo el control del Banco Popular de China (PboC), no es un proyecto nuevo. La entidad financiera lleva trabajando en este proyecto desde hace cinco años, tal y como ha comentado Huang Qifan, presidente del Centro de Intercambio Económico Internacional de China.
Dado que la moneda digital está pensada para desplazar al fíat de la nación y tener presencia internacional, el Banco cuenta con poderosos aliados para que la población y las empresas adopten y usen el DCEP y aparten el renminbi. Conseguir este objetivo podría compararse con la conversión económica de la Unión Europea cuando adoptó el Euro.
Si China consigue sus objetivos, el DCEP ocupará un lugar importante dentro del status quo de las monedas internacionales. A lo que, sin duda, contribuirá el comercio chino. Esta jugada económica y tecnológica por la que China está apostando mucho, podría estar lista a partir del segundo trimestre del 2020.
Para asegurarse el éxito en la adopción, el gobierno de Xi Jinping ha señalado que todos los comerciantes que aceptan pagos digitales (Apple Pay, AliPay y WeChat) deben aceptar DCEP. Esta decisión ya pondría al DCEP a un nivel económico sin precedentes. WeChat Pay, por ejemplo, tiene más de 600 millones de usuarios. Por ello, incluir al DCEP en su sistema de pago permitiría que DCEP se convierta automáticamente en una moneda digital global. Respecto a WeChat, las estadísticas dicen que cuenta con más de 1.200 millones de usuarios en todo el mundo.
Con tales cifras, las perspectivas de crecimiento son inimaginables. El caso de AliPay es el mismo. Cuenta con más de 1.000 millones de usuarios en todo el mundo y con el soporte de Alibaba y todo su conglomerado. Por lo que el impulso que esta plataforma puede proporcionar al DCEP es gigantesco. Todas estas circunstancias podrían conducir a China hacia una bonanza económica sin precedentes.
Un despliegue bajo tutela
Sin embargo, el Gobierno chino entiende que esta transformación económica puede trastocar enormemente su economía si no se hace con el debido cuidado. De ahí, que la distribución del DCEP comience de forma estratificada. Los primeros en adoptarla serán los bancos comerciales afiliados al Banco Central de China, como ICBC y el Banco de Agricultura de China.
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Con esta primera implementación del DCEP, las autoridades de China buscan mejorar el sistema interbancario de la nación. El objetivo es reemplazar el sistema de Reserva de Dinero (M0) reduciendo el costo y la fricción de las transferencias bancarias. Las criptomonedas y blockchain han demostrado que ello es posible. Con este primer paso, el Gobierno de China estaría haciendo una «prueba de producción oficial» para el sistema monetario. Una prueba en la que se validará la red y la seguridad.
En una segunda fase, DCEP se distribuirá a grandes empresas de tecnología financiera como Tencent y Alibaba para que sean utilizadas en WeChat Pay y AliPay, respectivamente. A partir de ahí, la moneda, además de estar disponible para el publico y su uso diario en China, pasará a disponibilidad de todo el mundo.
Privacidad no garantizada
Lo más preocupante del DCEP es su privacidad. La «privacidad manejable» a la que se refieren las autoridades de China significa que aunque los pagos entre personas son privados, los datos son visibles para el Estado. De esta manera, toda la actividad económica es controlada por el Estado.
Con DCEP, China tendrá el control de cada una de las transacciones de sus ciudadanos, pero también el de cualquier persona que use su criptomoneda en el rincón más apartado del mundo. El DCEP será el ojo que todo lo ve en materia económica allá donde se use, con las implicaciones de violación de la privacidad que ello representa.
Otro punto importante para China es que con Digital Coin Electronic Pay la posibilidad de escapar de los pagos de impuestos disminuye drásticamente. Sin duda, 2020 se perfila como el año de los grandes avances en el criptomundo y el lanzamiento de la DCEP de China podría ser el comienzo de una guerra de monedas digitales peleando por la supremacía.
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