La Proposición no de Ley que ha presentado el PSOE a la Mesa del Congreso para la constitución de un grupo de trabajo que se centre en el euro digital es, según las características de la misma que nos ofrecen los medios de comunicación y el propio PSOE, un despropósito. Un despropósito, más que proposición, por su oportunismo político. En esto, tal vez tenga su explicación por el hecho de querer llamar la atención a alguna institución que, según los socialistas, debería haber hecho más por empujar ese proyecto del euro digital.
PSOE y euro digital contra bitcoin
Otra fuente de despropósitos está en algunos de los argumentos de su contenido. Por ejemplo, considerar el euro digital como “público” frente al bitcoin, al que califica de “privado”. De paso, considerar que porque es “público”, quizá queriendo decir estatal, es más democrático. El gazpacho de conceptos es para llevarlo directamente a la antología del disparate. Y no me estoy refiriendo a la inclinación de esta perspectiva política de asimilar lo público con lo estatal y, a la vez, lo estatal, con lo democrático.
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Les ha faltado decir que: más democrático son ellos, los que mandan en lo estatal y lo público. Cuando los socialistas acceden al poder intentan estatalizarlo todo y, así, hacer todo público. Todo de igual acceso para todos; aunque, siguiendo la lógica orwelliana, más igual para unos, que para otros. Más igual para los que se encuentran en el estado –ellos- que para el resto.
Los expertos
Desde el marco de las criptomonedas, considerar al euro digital como público, frente a un supuesto bitcoin privado, muestra el nivel de los “expertos” del PSOE. Tampoco puede sorprendernos, pues tales muestras nos las han regalado, como escombros, a espuertas en los más diversos campos. Baste con apuntar los expertos que se han ocupado de diseñar recomendaciones en el plano de las pensiones; y, sobre todo, los expertos de la pandemia, a los que se aludía repetidamente para justificar cualquier decisión. Eso sí, aunque la decisión de hoy fuese contradictoria con la decisión de hacía tres o cuatro días. Los expertos han servido –y parece que siguen sirviendo- para apoyar decisiones convenientes para el cargo que nombra a los expertos. Es decir, primero la decisión y después la justificación experta.
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Si, como aquí se ha dicho en alguna otra ocasión, las CBDC (Monedas Digitales de los Bancos Centrales) son, en sí, preocupantes por lo que conllevan de control estatal y de pérdida de privacidad y, por lo tanto, libertad por parte de los ciudadanos, con argumentos como el de la propuesta no de Ley alcanzan el estado de alarma. Sólo hay que imaginarse esta tecnología en manos de quienes han dejado manifiestas huellas de oportunismo e incompetencia.
Tecnologías de control
Por mucho que se empeñe en demostrar Mazzucato, que defiende un Estado emprendedor, las principales innovaciones tecnológicas del Estado han sido tecnologías de guerra y tecnologías de control. Coincido con la profesora italiana, afincada en Estados Unidos, que buena parte de los fondos de investigación, especialmente en sectores como el farmacéutico, vienen del Estado, mientras que se tiende a privatizar los beneficios. El estudio que hace sobre cómo Steve Jobs y Apple se beneficiaron a mansalva de tales fondos públicos dedicados a la investigación es ejemplar. Observa especialmente cómo los riesgos financieros, que siempre están detrás de la innovación, son asumidos por los Estados y no tanto, como se suele creer, por las empresas que los privatizan.
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Pero dejar al Estado que sea el actor principal de la investigación es, a su vez, arriesgarse a que se centre en los dos campos en los que históricamente ha mostrado mayor pericia, como la guerra y el control sobre los ciudadanos. Control armado, control burocrático, control informático y, ahora, control criptomonetario-fiscal. Lo cierto es que, desde los orígenes del Estado, la cuestión fiscal ha sido uno de los principales elementos del control.
China como referencia
Al Estado, desde sus inicios, le preocupaba mucho más que le “robases” lo que creía que le pertenecía, porque imponía que le pertenecía, a que se robase al vecino. Desde luego, tecnológicamente se ha ido desarrollando tal control. Ahora, como bien claro lo tiene el Gobierno de China con su e-yuán, es controlar a los ciudadanos a partir de las ineludibles huellas que deja este dinero digital. De hecho, la Proposición del PSOE toma como referencia la reacción del país asiático a las amenazas de bitcoin. Dice, literalmente, la Proposición: “Este auge de la banca en la sombra [supuestamente referido a las finanzas descentralizadas, mucho más eficientes que la ‘banca a la luz’] y nuevas formas de pago digitales alternativas es lo que ha motivado a las autoridades de China a desarrollar lo que sería un yuan digital, de momento en fase de proyecto piloto en algunas ciudades del país”.
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Y, por si hubiera algo que se escapase, ya se están dando otros pasos. Con el argumento de perseguir distintos tipos de delincuencia, a partir del próximo día 16 de junio entra en vigor la Ley Orgánica 7/2021, de 26 de mayo. A partir de ella, distintas autoridades, como las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, podrán elaborar perfiles de quienes consideran sospechosos.
CBDC como muro de contención contra bitcoin
En su apartado d, del artículo 5, se aclara lo que se quiere decir con esta actividad: “toda forma de tratamiento automatizado de datos personales consistente en utilizar datos personales para evaluar determinados aspectos personales de una persona física, en particular para analizar o predecir aspectos relativos al rendimiento profesional, situación económica, salud, preferencias personales, intereses, fiabilidad, comportamiento, ubicación o movimientos de dicha persona física”. ¡Como para estar tranquilo! Pero es la lógica aurorreproductiva del Estado, que, desde algunas perspectivas políticas, engorda y se acelera.
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Son tan torpes los argumentos de la Proposición del Grupo Socialista en el Parlamento que hace transparente una estrategia de los Estados: las CBDC como muro de contención contra el bitcoin.
Imagen de mohamed Hassan en Pixabay
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