La inteligencia artificial (IA) puede convertirse en nuestro vigilante y nuestro protector, convirtiéndose en una potente herramienta criminológica. Desde que insignes líderes del ecosistema tecnológico firmaron y publicaron una carta en la que se denunciaba lo peligrosa que podía llegar a ser la IA, sin detallar cuáles eran tales peligros, la IA ha sido colocada del lado del mal. Las encuestas, algunas comentadas ya aquí, preguntan antes por sus peligros, que por sus potenciales beneficios. Sin embargo, puede convertirse en un instrumento de gran calado para la lucha contra el mal. Eso sí, no sin polémica en algunos de sus usos.
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IA criminológica
En primer lugar, hay que tener en cuenta la capacidad de la IA para procesar grandes cantidades de datos en muy poco tiempo y, por otro lado, la gran disponibilidad de registros de carácter criminológico en las sociedades avanzadas. Datos derivados de denuncias, de llamadas de emergencia, de archivos policiales, de carácter sociodemográfico, etc., pueden convertirse en el alimento de la IA para que ésta encuentre patrones y, por ejemplo, señale áreas de alto riesgo de una manera actualizada. Esta podría considerarse su función predictiva principal.
En la misma lógica anterior, pero ahora desde el lado de la resolución de delitos, la IA puede analizar imágenes en muy poco tiempo. Esto en ciudades con miles de cámaras de vigilancia registrando movimientos, viandantes, coches que circulan etc., se convierte en el material a analizar cuando ha ocurrido un acto delictivo en un lugar concreto, con un entorno lleno de tales cámaras, proporcionando pistas a los investigadores. Lo que puede llevar a cabo con las imágenes cabe proyectarlo con huellas dactilares, restos con ADN, etc. Siguiendo así y poniendo ahora el análisis de la IA en registros como redes sociales, llamadas telefónicas, transacciones económicas o financieras y otras comunicaciones, puede llegar a desentrañar redes criminales. Ayudaría así a su posible desmantelamiento.
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Predicción de delincuentes
Su más polémica potencial aplicación se encuentra en la predicción de delincuentes. Incluso podría llegar a establecer, para cada individuo en función de un conjunto de variables, la probabilidad de cometer delitos en el futuro. Claro está, conduciría a etiquetar a los ciudadanos en función de “su peligrosidad”, sin que posiblemente hayan cometido crimen alguno. Es, sin duda, una aplicación sumamente arriesgada, que podría llevar a las autoridades responsables a un mayor control de aquellos etiquetados como más peligrosos y, por tanto, restringir su libertad; aunque sean totalmente inocentes.
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Es posible que clasificar a la población en función de su probabilidad criminógena no se haya hecho. Y si se ha hecho, no se dice. Y ello porque nos convierte a todos en sospechosos, aun cuando a unos en más sospechosos, que otros. Pero es ya un modelo de comportamiento en otros ámbitos, aunque cercanos, como es el de los delitos fiscales. Las autoridades fiscales clasifican a los declarantes fiscales, en función de variables -como ocupación, niveles de ingresos y gastos, tipos de operaciones, etc.- para focalizar la inspección más en unos, que en otros.
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Ahora bien y como ocurre en otros campos, la más atractiva aplicación de la IA se encuentra en la toma de decisiones a partir de su capacidad para trabajar con escenarios simulados. Es decir, a partir de unos escenarios dados, se van introduciendo distintas medidas -de seguridad o de política criminal, en este caso- y se observa cuál o cuáles pueden ser los escenarios resultantes.
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