Según las noticias que nos van llegando, uno podría imaginarse una continua emigración de los mineros de bitcoin de un país a otro, según van siendo expulsados, prohibida la actividad o requisadas sus máquinas, como ha ocurrido más recientemente en Irán. Antes fue China. En sentido contrario, a pesar de su escepticismo con respecto al uso de las criptomonedas, se encuentra la actuación de Rusia, que parece haber hecho de la acogida de operadores relevantes de la industria de la minería de criptomonedas parte de su estrategia geopolítica.
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La principal acusación que se establece sobre la minería, por parte de los gobierno, es el gasto de energía. Como ocurre ahora en Irán, se llega a apuntar que la actividad de la minería es la causa de los apagones que se producen repetidamente en el país.
Minería de Bitcoin
La minería de las criptomonedas ha ido moviéndose por el mundo motivada por las restricciones y obstáculos levantados en los países en los que actúa, así como atraída por los lugares en los que la tarifa de la electricidad era más barata. Esto apunta a dos notables problemas.
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El primer problema es el propio gasto de energía. La minería de criptomonedas gasta una cantidad notable de energía. Supone un esfuerzo energético notable. Algo que, en el contexto histórico en el que el cambio climático estructura buena parte del discurso público y político, pone a todo lo que sea tildado de gran fuente de gasto de energía en el foco de las intervenciones. Sobre todo, cuando no cuenta con fuentes de legitimidad alternativas, como creación o mantenimiento de empleo, crecimiento del producto interior bruto, aumento de la competividad o cuestiones así. Para gastar de las fuentes de energía, hay que tener fuentes de legitimidad. La minería de las criptomonedas necesita de lo primero; pero carece aún de lo segundo.
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Uso político de criptomonedas y minería
El segundo problema tiene que ver con el uso político que se hace de las criptomonedas en general y de la minería en particular. Dado el carácter central que la gestión de la energía, en busca de un suministro continuo y suficiente, tiene dentro de las políticas públicas, legitima que esté en manos de los gobiernos las decisiones con respecto a la autorización o desautorización de esta actividad. Decisiones que tienden a la volubilidad, dejando en un constante marco precario esta actividad. Como se ha visto a lo largo de los últimos años, manifestaciones en pro de la minería son cambiadas por medidas en contra de la misma en cuestión de horas.
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La minería ha estado en el centro del funcionamiento y la representación de las criptomonedas dese sus inicios. Ha formado parte intrínseca de la misma, hasta el punto que nos es difícil desligar el triángulo criptoactivo-descentralización-minería. El apagón de la minería de Bitcoin no se producirá; pero tendrá que agudizar el ingenio operativo y la búsqueda de fuentes alternativas para que, al menos, la acusación de su intenso gasto energético no sea la excusa para su persecución.
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