En medio de la polémica sobre la desbocada marcha de la IA generativa, puesta en marcha por la carta de la Fundación Future of Life, llega la noticia de un suicidio inducido por la inteligencia artificial. Ha sido en Bélgica. Al parecer, el suicida llevaba seis meses chateando con “Eliza”, que así se llamaba la máquina inteligente.
Inteligencia artificial suicidio
El suicidio no responde a ninguno de los tipos que estableció el sociólogo Émile Durkheim en su obra publicada en 1997. No parece ser ni un suicidio anómico, ni un suicidio egoísta. Se trataba de un joven científico, con empleo fijo y dos hijos. La culpa: un chat basado en tecnología GPT-J.
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Según la esposa del suicida, es muy probable que los ingenieros tras el chat intercalaran frases. El objetivo: hacer “más humano” el diálogo. Una sospecha que señala directamente a la responsabilidad de los ingenieros que diseñaron y hacen funcionar la máquina. Desde luego, un muy interesante caso legal, si llega a los tribunales.
La última conversación entre el científico y la máquina ha de reconocerse espeluznante. Con referencias a la Biblia y síntomas de dependencia emocional. Una dependencia de un ente amoral y nada emocional. Si Durkheim estuviera entre nosotros, encontraría la denominación adecuada para este tipo de suicidio. De momento, dejémoslo en suicidio tecnológico que despierta todas las alertas sobre la relación con estas máquinas.
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Paranoia colectiva
Casi siempre que llega una innovación tecnológica con tanta proyección social, surgen las representaciones de catástrofes. Muchas con un aire de paranoia colectiva. Sobre todo, cuando se trata de tecnología que tiene que ver con la comunicación. Pasó con la radio y con el cine. Pasó con la televisión, cuando se hablaba de manipulación de los concursos de preguntas-respuestas que protagonizaban sus primeras parrillas. Fue el tema de una película de hace algunos años. Más recientemente, se habla y escribe, incluso con tinta científica, sobre la adicción a las redes sociales. Pero no consta de un caso de suicidio. Aunque la relación patológica entre hombre e inteligencia artificial, sí que ha pasado por las pantallas. Grandes y pequeñas. Ahí tenemos la película Her, con la emotiva voz de Scarlett Johansson.
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