Dos economistas de la Universidad de Berna, Cyril Monnet y Dirk Niepelt pronostican que el euro digital, la CBDC (Dinero Digital del Banco Central, en sus siglas en inglés) de la zona euro, nacerá muerto. Lo dicen en un informe en el que dudan seriamente del éxito del euro digital. Del mismo puede interpretarse la existencia de una estrategia, más o menos oculta, destinada a que el euro digital fracase, para que sigan reinando los bancos comerciales. Es más, para que el próximo 2027, fecha proyectada para su lanzamiento, nazca muerto.
Euro digital
El diagnóstico se fundamenta principalmente en la perspectiva que se ha tomado en el diseño de la CBDC europea, que ha sido la de salvar la intermediación bancaria. Los bancos, que están detrás del diseño del euro digital, son los principales interesados en el fracaso del proyecto. Así, los operadores potencialmente amenazados por la CBDC europea se han convertido en sus diseñadores ocultos para protegerse.
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En un ejercicio lampedusiano, los bancos estarían llevando a cabo el cambio, para que nada cambie. Como ocurre en la novela, El gatopardo, los bancos habrían escuchado a un renovado príncipe de Salina, protagonista de la novela, diciéndoles: “si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie”, tras subrayar la necesidad de “estar ahí”. Los bancos “están ahí”, en el diseño del euro digital. De esta manera, toda la innovación financiera que cabría erigir sobre la CBDC, quedaría asimismo abortada. En lugar de palanca de innovación, se convertiría en dique contra la innovación financiera.
Una muleta para los bancos europeos
Acabar con la carga, para los consumidores y el flujo comercial, de la intermediación bancaria es justamente uno de los objetivos y beneficios de las CBDC, como puso de relieve el exgobernador del Banco de España, Fernández Ordóñez, con el elocuente título de uno de sus últimos libros: Adiós a los bancos. El euro digital aparece más, tal como se está diseñando, como una muleta para los bancos europeos, que la puerta de salida de los mismos.
La medida vinculada al diseño del euro que principalmente critican estos economistas, son los límites para la posesión de la cantidad de euros digitales por parte de consumidores y comerciantes. Ello obstaculizaría que el euro digital se convirtiera en un medio de pago, protegiendo así el papel de la intermediación bancaria en la industria de pagos. Se destaca que el 17% de los ingresos de los bancos tiene como fuente la intermediación en los pagos.
Instrumento de pago
Monnet y Niepelt subrayan que, para conseguir los principales objetivos de cambio sobre el sistema financiero, el euro digital necesita, sobre todo, ser un atractivo y extendido instrumento de pago, adoptado en toda Europa. Sus teóricos objetivos son: a) preservar la estratégica autonomía europea en la esfera de los pagos; b) ayudar a reducir los costes para consumidores y comerciantes por los pagos nacionales e internacionales; c) servir como sólida referencia en el momento en que las transacciones en efectivo disminuyen. Las posibilidades de que se concreten tales objetivos, tal como se está diseñando, pocos, según los autores.
Si a tal límite en la cantidad de euros disponibles se añade que la privacidad en los movimientos financieros de los consumidores quedaría en entredicho, pues toda transacción con los euros digitales quedaría registrada por parte del ECB (Banco Central Europeo, en sus siglas en inglés).
Confianza
El ECB es una institución tan desconocida para la mayoría de los ciudadanos europeos, que les faltan motivos para confiar en la misma. ¿Confiaría usted en alguien que no conoce para que lleve el registro de sus transacciones? Haciéndose eco de informes anteriores del propio ECB, el informe destaca que los consumidores europeos prefieren pagar en efectivo para mantener su privacidad y con tarjeta por motivos de comodidad y seguridad. Tal como se está diseñando, el euro digital no parece que superará a estos dos instrumentos de pago en las ventajas que ofrecen.
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Ya sé que es personalizar mucho y que, al fin y al cabo, el Banco Central Europeo es una institución digna de total confianza; pero los comportamientos económicos y, sobre todo, los relacionados con el dinero necesitan de la confianza. La confianza es algo que se necesita. A lo que se recurre porque se necesita. Confiamos, por ejemplo, en los profesionales -pongamos un médico- porque necesitamos confiar en él. Porque hay algo que nos duele, algo que no nos funciona bien.
¿Para qué iríamos a confiar, euro digital mediante, al Banco Central Europeo cuando, con el diseño que está haciendo de esta CBDC, desconfía de nosotros? Como se señala por los propios autores, haría tal falta de esfuerzo de marketing para ganar esa confianza, para tan escasa utilidad, que parece problemático.
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