Frase común: “el metaverso no es la realidad”. Cada vez que alguien pronuncia la palabra realidad, sospecho que hay una intención más o menos inconsciente de imponer su realidad a todos. Asume que lo que denomina realidad es la realidad.
Esto ocurre con legos y expertos, comunes y filósofos. Es más, hay toda una línea filosófica de la Modernidad muy preocupada porque dibuja unas instancias -el Estado, el capital, los medios de comunicación, la industria cultural, los aparatos ideológicos del Estado y un largo etcétera- cuya principal función es hacernos creer una realidad que “no es la realidad”. Porque, claro, la realidad es la que ellos dicen que es la realidad.
Metaverso realidad
Para la filósofa Hannah Arendt -autora de Eichmann en Jerusalén, de la que se han hecho varias películas, y analista de las profundidades del nazismo- lo preocupante es el fomento estatal para que la gente desconecte de la realidad. Según ella, el objetivo principal del Estado totalitario es desconectar a la gente de la realidad. Desde luego que hay gente afortunada que puede evadirse temporalmente de la realidad. Entiendo que, para ser filósofo importante, hay que hacer advertencias de estas, de grueso calibre: el fundamento del totalitarismo reside en desconectarnos de la realidad. Como si la propia realidad no fuese ya suficientemente totalitaria. Si alguien te advierte, porque casi siempre el mensaje toma la forma de advertencia: ¡Tienes que ser realista!, te deja pegado al suelo. Más atado que un paquete de ultramar.
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¿Desconectar de la realidad? ¿cómo se puede desconectar de la realidad a una sociedad entera durante mucho tiempo? Sobre todo, de la realidad dura, que es a la que se suele hacer referencia cuando se utiliza el término realidad, frente al concepto de idealismo. Toda referencia a la realidad es un ejercicio de “realismo rancio”, usando el feliz término de Berto Romero, apoyado por Andreu Buenafuente.
Septiembre, a la vuelta
El metaverso propone su realidad. Una realidad que, para ser atractiva, se alejará suficientemente de ese “realismo rancio”. Propone disfrutar de su realidad: conciertos, universos paralelos, juegos, aventuras, competiciones. También propone prolongar la realidad atractiva de acontecimientos placenteros: competiciones deportivas o conciertos que tienen lugar físicamente. Nos reconecta, en profundidad, con estos acontecimientos.
Es lo que está en el centro de la lógica de Snow Crash, la novela donde nació el concepto de metaverso. Una realidad, la del metaverso, junto a otras realidades. Pero la realidad del metaverso no entra en disputa con esas otras realidades. Ambas, en sentido fenomenológico, están ahí. Al alcance de la mano. Pero una realidad se impone más que otra. Por eso es imposible desconectar de ella durante mucho tiempo. Lo contrario es como decir que el mes de agosto nos desconecta de la realidad. Nos lleva a otra realidad, seguramente más placentera. Pero ahí está septiembre esperando.
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