La visión de Elon Musk de los medios de comunicación y Blockchain
La visión de Elon Musk de los medios de comunicación y Blockchain

La visión de Elon Musk de los medios de comunicación y Blockchain

Otra vez Elon Musk. Ahora unas declaraciones, aparentemente robadas, sobre cómo entiende los medios de comunicación en vinculación con una justificación sobre las motivaciones para la adquisición de Twitter. El multimillonario objeta la visión negativa de la realidad institucionalizada por los medios de comunicación.

Es muy posible que esta declaración englobe muchas cosas que no le gustan. Puede ser ese velo de negatividad de la realidad asumido por los medios de comunicación, en su función de atentos vigilantes y avisadores de los peligros del entorno. Función que ya apuntaba precisamente el padre del funcionalismo en los medios de comunicación: Harold D. Lasswell. Puede ser que, dentro de la negatividad, incluya un rechazo a la crítica de la que puede ser objeto el protagonista. En cierto modo, los medios de comunicación son las instituciones que se han apropiado de esta función crítica.

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Elon Musk y los medios de comunicación

Una crítica fundamentada básicamente en razones morales, aupándose en representantes de los criterios morales de la sociedad. Y sí, puede que esto no le guste cuando él es el objeto de tales críticas y prefiera un modelo de comunicación más desinstitucionalizado, como Twitter, argumentando una relación más directa con “su público”. Es justamente sobre esto último sobre lo que reflexiona este post. Se pregunta de quién es el público en los medios de comunicación tradicionales y en Twitter. ¿De quién es el público con Blockchain?

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Empecemos con una mínima aclaración y así facilitarnos el camino. La comunicación mediada es la que se lleva a cabo a través de medios materiales específicamente producidos para tal comunicación. Es decir, la comunicación cara a cara queda excluida, ya que, por un lado, la capacidad para el habla nos viene de serie a partir de la transformación evolutiva de la especie, y, por el otro lado, el aire tiene otras muchas funciones, además de la de sostener nuestras palabras.

Carácter institucional

Hasta ahora, la mayor parte de la comunicación mediada ha tenido un carácter institucional. Es decir, la producción y distribución de mensajes ha requerido de instituciones tras esa comunicación: imprentas y editoriales en el caso del libro, empresas periodísticas en el caso de los diarios, entidades emisoras de ondas en el caso de radio o televisión, estudios y productoras en el caso del cine, etc.

Es decir, organizaciones -de carácter empresarial en la mayor parte de los casos- que decidían, entre otras cosas, quién tenía acceso a generar mensajes en sus medios materiales. Así, por ejemplo, en la mayor parte de los países, entre los que se encuentra España, han sido estas instituciones mediáticas las que daban el acceso al reconocimiento y carnet profesional de periodista. Es decir, eran los medios de comunicación los que señalaban quién era periodista.

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Desde que se pusieron en marcha las titulaciones en periodismo y comunicación, la cuestión está compartida. Lo mismo cabe decir para los otros medios de comunicación “tradicionales”. Las editoriales dicen quién es un autor, los estudios cinematográficos y productoras quién es un director de cine, las emisoras de radio quién es presentador de programas o las cadenas de televisión quién es moderador de los debates pre-electorales. Tras esas instituciones mediáticas suele estar, regulando y vigilante, la gran institución de la Modernidad: el Estado.

The Social History of the Media

No se escapa que estas instituciones tenían una notable ascendencia sobre lo que se decía, sobre el mensaje, y, en cierta forma, sobre quiénes accedían a su recepción. Sobre quién podía disfrutarlo. Piénsese, por ejemplo, en los medios que se difunden a través de suscripción de sus receptores.

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Todo lo anterior no ocurre en otro tipo de comunicaciones, que podemos considerar no tan institucionalizadas. Pongamos el ejemplo de las telegráficas, que sirvieron de modelo a la mayor parte de las que se desarrollaron después, como señalan Briggs y Burke en su magnífica obra The Social History of the Media, o las telefónicas. Comunicaciones en las que el emisor selecciona, más o menos libremente, los mensajes que quiere decir y, sobre todo, selecciona los receptores.

La cuestión de la capacidad de selección de los receptores o públicos de la comunicación no es baladí. Tan importante o más que la disposición de medios materiales para soportar los mensajes. Implica una pregunta básica: ¿de quién es la audiencia?

Capital audiencia

Los medios de comunicación tradicionales han jugado con este capital. Su capital es la audiencia que ponen a disposición de los anunciantes, cuando estos compran contenidos de estos medios de comunicación. La audiencia no es la mercancía, como se expuso en un desesperado intento por inyectar marxismo en la economía política de la comunicación hacia los años ochenta del siglo pasado.

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La audiencia es el capital. Un capital que adquiere el medio poniendo en funcionamiento los otros recursos de los que dispone. Entre otros, la fuerza creativa de los autores de contenido que tiene en su nómina, ya sea como empleados o colaboradores, fijando mediante contrato la concreción del grado de disponibilidad en exclusiva de esa fuerza creativa de los autores.

Los tiempos cambian y, con ellos, las preguntas ¿De quién es la audiencia de un blog personal en internet? ¿De quién es la audiencia de un canal de Youtube? ¿De quién es la audiencia de un libro en una autoedición? ¿En Twitter, de quién es la audiencia?

Usuarios que sustituyen a instituciones

Cabe responder con varias opciones… La opción la audiencia es de Twitter, ya que es la que dispone de sus usuarios como, por ejemplo, fuente de datos. Desde luego, tiene un capital: cuántos más usuarios, más vale la empresa. Ahora bien, ¿esto la convierte en “su capital”. ¿No habrá que pensar que ese capital es del autor? Así hablamos de los seguidores de Musk, Trump o Madonna, por no hablar de todos los que caen bajo la categoría profesional de “influencer”. Parece que son los usuarios, a nivel individual, los que sustituyen a las instituciones en la gestión de la audiencia. Los usuarios son los que seleccionan sus mensajes, con los problemas que esto ha generado, y los que seleccionan a sus, a la vez, emisores y receptores.

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La relación en clave de recursos también se difumina. No está tan claro si estos autores de contenidos usan las diversas plataformas o aplicaciones; o, al contrario, son éstas las que usan a los autores de contenidos para, a su vez, atraer más usuarios.

Además, la audiencia se convierte en un capital recíproco, basado en la lógica de la mutua aceptación y, en cierta forma en la lógica del don: si tu me das me gustas, yo te daré me gustas. Y es un capital compartido, con la institución, y, sobre todo, es un capital directo.

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La audiencia como capital recíproco, compartido y directo está detrás de buena parte de lo dicho por Musk. Él tiene millones de seguidores y, a la vez, muchos de ellos son seguidos por su perfil. Comparte esa audiencia con Twitter y es muy posible que esto es lo que le lleve a la adquisición de la empresa, pues posibilita la gestión de miles de millones de usuarios, y es una audiencia directa para todos los usuarios, incluyéndole a él como usuario. Esto último es lo que ha resaltado Musk; pero aquí vamos a centrarnos en el concepto compartir, pues es a partir del cual la tecnología Blockchain puede introducir importantes cambios.

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En todos los modelos referidos, es la audiencia, los públicos, la que dice quién es autor reconocido al que merece la pena escuchar, ver o leer. Incluso es ella la que apunta, con su seguimiento, a quién puede considerarse, por ejemplo, un periodista de confianza. Eso sí, si se pasan los primeros filtros impuestos por las instituciones mediáticas, pues, como se ha dicho, señala en primer lugar quién puede ser autor y quién puede ser miembro de la audiencia.

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Pasado este primer filtro de poder, la diferencia es que, en el primer modelo de los medios tradicionales, esa audiencia es capitalizada por el medio de comunicación. En el segundo modelo -llamémosle de redes sociales- es compartido entre usuarios emisores-receptores y aplicación. Comparten la capitalización de la audiencia.

Comunidades y adquisición de tokens

En el modelo que introduce Blockchain, se establece a través de comunidades la relación directa entre autor, generalizando así al elemento creador de contenidos, de mensajes, y seguidores. Entrando en esta comunidad de contenidos del autor, a través de la adquisición de tokens, el autor puede capitalizar directamente a su audiencia y, a la vez y ésta es una de las novedades, cada uno de los receptores-seguidores del autor capitalizan indirectamente a éste, de manera semejante a como los medios de comunicación tradicionales o las aplicaciones de redes sociales capitalizan indirectamente a sus autores de contenidos, como recurso que genera el capital de la audiencia.

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La cuestión es que es directamente la audiencia-comunidad la que capitaliza a los autores, al mismo tiempo que éstos pueden capitalizar su audiencia consiguiendo, por ejemplo, publicidad. Cada uno de los miembros de esta audiencia-comunidad pueden vender su token, dando paso a un nuevo miembro de la comunidad. Token que se habrá revalorizado, si los contenidos del autor son bien valorados y demandados. Incluso es posible que se creen mercados secundarios, en los que el autor y su comunidad participarían vía la trazabilidad que permite Blockchain, de esos contenidos.

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Javier Callejo
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