Tanto las marcas de alta costura, como las que pueden considerarse marcas de masas, están entrando en la Web3 con fuerza. De hecho, habrá que empezar a hablar de alta costura digital. Eso, aunque la costura tenga poco hilo y muchos bits. La expectativa de las marcas de diseño vestimentario con respecto a la Web3 es alta. Son conscientes de que tienen una demanda que cubrir. Nada más y nada menos que la demanda de identidad y distinción.
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Alta costura digital
Como concesión socio-antropológica, cabe admitir una especie de grado cero del vestir, en que la ropa tenía por función básica protegernos del frío. Desde la perspectiva actual, llamar ropa a aquellas pieles de animales tal vez sea un exceso. En definitiva, era su valor de uso. Después pasó a proteger la desnudez. Paulatinamente se fue separando de aquella función primigenia. Adquirió otras funciones, como la de dotarnos de identidad cultural. Reconocíamos a los de nuestro grupo por su ropa. Era el lenguaje más manifiesto. Pero también desde muy temprano fue adquiriendo una función diferenciadora. Producía y protegía nuestra identidad social. Sedas y bordados de oro tenían un uso bastante más allá de cubrir del frío. La ropa digital aparece destinada a proteger nuestra identidad digital. Sin la ropa digital adecuada, podemos dar la sensación de desnudez digital o incluso peores sensaciones.
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La alta costura digital, como la alta costura material, fundamenta su lógica en la ostentación de la exclusividad. La exclusividad, a su vez, radica su base en la escasez. En el mundo digital, esta escasez se consigue con los NFTs.
La exclusiva colección de nueve piezas de Dolce&Gabbana obtuvo casi 6 millones de dólares. Esto en cuanto a las marcas tradicionales que se sitúan en la Web3. Más allá, nos encontramos con colecciones y piezas únicas de alta costura nativas Web3, como es el caso de la inspiración veneciana Doge Crown. Corona de 142 diamantes (digitales) y zafiros azules (también digitales) diseñada por Domenico Dolce y Stefano Gabbana.
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Más allá de los altos precios que alcanza la pieza en las subastas, ha de subrayarse algo de una gran relevancia cultural. Es el hecho de la existencia de una versión física de lo que se tiene por “original digital”. Es decir, lo original, algo tan importante en el selecto mundo de la moda, está en lo digital. No en lo físico. Por otro lado, digitalmente sólo hay una pieza. En el mundo físico pueden encontrarse varias piezas-versión de ese original digital. Esto es un vuelco cultural.
*Foto del perfil de Instagram de Daniella Loftus
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