La IA plantea una ética del futuro. El filósofo alemán Hans Jonas planteaba hace más de cuarenta años la necesidad de pensar una nueva ética. La motivación venía dada por los nuevos retos sociales derivados del desarrollo de la tecnología. Por supuesto, no era la primera vez que los filósofos nos proponen nuevas éticas. Incluso podría entenderse como parte de su identidad profesional. Casi una exigencia profesional. Tampoco era nueva la reflexión que unía nuevos desarrollos técnicos y nueva ética. A pesar de ello, no cabe duda de que la propuesta de Jonas sigue siendo relevante.
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IA ética
Entre tales retos, Jonas señalaba tres. El primero era la prolongación, hasta límites insospechados y hasta alarmantes, de la vida. Pensaba que la prolongación creciente de la vida constituía un obstáculo insalvable para seguir con los nacimientos. Latía un imaginario de espacio completo. Una especie de no pueden entrar más -a la vida- hasta que no salgan otros. Un imaginario vinculado a la concepción de un planeta como un espacio con recursos limitados. Pero Jonas ponía el foco en la cultura. Especialmente en la renovación cultural como consecuencia de la renovación vital. Entonces, sostiene, con la gran prolongación de la vida de los seres humanos, habría problemas para seguir en una cultura de la renovación vital, en la que lo nuevo sustituye a lo viejo, porque lo viejo permanece.
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Le sigue el reto del control de la conducta a través de instrumentos técnicos, desde pastillas a fuertes latigazos de cargas eléctricas. Todavía el control burocrático-cibernético estaba en estado naciente. Pero ya se hacía temer. El tercero era el reto de la manipulación genética. En total, tres retos que requieren repensar la ética.
Consecuencias de la IA
Tras apuntar Jonas la creciente vulnerabilidad de la naturaleza, cuando el calentamiento global ni siquiera se llamaba así, subraya un paso importante en la aplicación de la técnica. Ha pasado de tener por objeto los objetos, como una naturaleza ya agotada, a tener por objeto los propios seres humanos. Aquí es donde se inscribe la IA. Actúa sobre los seres humanos. No lo hace sobre materias primas o productos semielaborados, para dar la forma final a los mismos.
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La ética que plantea Jonas se constituye sobre predicciones catastrofistas. Es enormemente pesimista. Tal vez esto haya que revisarlo y precisamente situarse en un nivel superior. Reflexionar sobre las consecuencias de las predicciones catastrofistas. Hasta qué punto nos pueden llegar a paralizar. De hecho, para Jonas, el progreso es un signo de arrogancia y no es necesario (Principio de Responsabilidad, p.79 de la edición española). Su nueva ética rechaza el futuro. Incluso muestra su distancia de seguir con la experimentación, como camino de la razón hacia el progreso.
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Traslademos todo esto al momento actual de la relación de la sociedad con la IA. ¿Habría que parar toda experimentación con la IA por temor a sus consecuencias? ¿Cuáles son las bases de esas consecuencias temidas? ¿Parar la experimentación y, con ello, parar el progreso? Lo paradójico es que Jonas plantea su propuesta como una manera de proteger a las generaciones futuras.
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