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El nuevo dinero digital y la clase obrera digital

El nacimiento de un nuevo dinero digital parece coincidir en el tiempo con una forma de trabajo y un tipo de trabajador. Cuando los Estados, a través de los bancos centrales empezaron a acuñar su dinero, estaban poniendo las bases para la mercantilización del trabajo y la creación de la clase obrera industrial. El nuevo dinero, el dinero digital, está vinculado a la generación de la clase obrera digital.

Hay muchos que piensan que la pandemia ha acelerado procesos que estaban en estado emergente o que iban demasiado lentos. Sin duda y por muy distintos motivos, uno de ellos es la denominada Transformación Digital (TD). Según Satya Nadella, jefe exjecutivo de Microsoft, se ha conseguido en dos meses mayor avance en la TD que en dos años. Creo que Nadella se queda corto, porque sólo mira al interior de su grupo y en la comercialización de la nube (cloud).

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Si miramos a nuestro alrededor, la extensión del teletrabajo, de las reuniones, conciertos, exposiciones… virtuales y, sobre todo, de la continua conexión durante estos últimos setenta días, el paso ha sido gigantesco, casi de inmersión obligada en la Cuarta Revolución Industrial.

Cuarta Revolución Industrial

Hablar de Cuarta Revolución Industrial y de Transformación nos lleva directamente a evocar el proceso de transformación que ha supuesto todo lo que ya llevamos de industrialización. Asimismo es inevitable traer aquí el maravilloso texto de Karl Polanyi, La Gran Transformación, puesto que permite establecer conexiones con ese origen de la industrialización y nuestro momento histórico. Y es que hay bastantes paralelismos. Entre ellos y por la relevancia que le da el economista de origen austríaco, está La Ley Inglesa de Asistencia a lo Pobres de Speenhamland y el importante papel que tuvo en la proletarización de las familias.

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De hecho, fue el impulso hacia lo que será después la clase obrera industrial. Hoy, apenas se vislumbra una clase obrera digital más allá de los que ganan su sustento para la supervivencia en la gig economy (economía de plataforma); pero ya está en el debate público –y en algunos sitios, como España, con elaborada forma de Proyecto de Ley- la cuestión de alguna forma de ingreso básico, especialmente destinado a los más necesitados. Las hambrunas fueron lo que impulsaron Speenhamland en 1795. La robotización y un horizonte de extendido desempleo es lo que está detrás de las propuestas de ingreso básico.

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Industrialización y bancos centrales

En esos momentos de despegue industrial también tuvo lugar la formación moderna de los Estados y del dinero, vinculado a esos Estados. Se empezaron a establecer bancos centrales con la capacidad de emitir moneda nacional. El objetivo principal era controlar las grandes fluctuaciones de precios, especialmente las devaluaciones de las monedas existentes hasta el momento, lo que llevaba a importantes crisis y depresiones económicas, así como a dejar de usar factores económicos. Ese nuevo dinero tenía por misión garantizar estabilidad, de manera que la política se introducía en la intervención y, posteriormente, planificación de los mercados.

Hoy también se habla de nuevo dinero. De dinero digital, como uno de los principales instrumentos para mitigar las incertidumbres generadas por la propia Cuarta Revolución Industrial. Especialmente de dinero digital emitido por los bancos centrales, como lo están proyectando el Banco Central de la República Popular de China o el propio Banco Central Europeo. Se trata de un dinero que, en principio, está atravesado por ambivalencias.

Sin intermediación de terceros

Por un lado, su gestión es mucho más eficiente. Al estar desmaterializado, los costes, roces y ruidos derivados de su distribución son mucho menores. De hecho, no requeriría intermediación de terceros, como actualmente lo son los bancos comerciales. Asimismo, este nuevo dinero posibilitaría una gestión más eficaz de los procesos económicos, siendo más directa su actuación sobre fluctuaciones exageradas o situaciones de inestabilidad.

En el otro lado, está la cuestión del control que podrían tener las autoridades políticas sobre el uso del dinero y, por lo tanto, sobre los comportamientos de sus ciudadanos. Una de las consecuencias de la creación del anterior dinero nuevo, fue que, a diferencia de otras formas de patrimonio, vinculado a la familia, el dinero era anónimo. Esto le daba una gran capacidad de circulación.

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Comportamientos poco innovadores

Un nuevo-nuevo dinero controlado, a través del cual se pueda controlar a los ciudadanos, no parece una buena noticia desde el punto de vista democrático. Pero tampoco sería una buena noticia para el propio sistema económico, ya que unos agentes actuando bajo la presión del control tenderán a comportamientos poco innovadores. Su autonomía se vería cortada.

Las autoridades políticas ven en el dinero totalmente identificado y desanonimizado una manera de controlar el dinero venido del terrorismo o el crimen. Los ciudadanos pueden ver ahí un problema de exceso de control y pérdida de anonimato. Ahora bien, entre el rastreo del dinero ilícito y la identificación de todo movimiento dinerario hay soluciones intermedias.

Seguir el rastro del dinero sin controlar la identidad

Una es la idea de la identidad auto-soberana: una identidad descentralizada, gestionada por un sistema o máquina autorregulada, propiedad de diferentes y múltiples individuos o empresas, puede ser la solución. No gestionada por una única autoridad.

Se puede seguir el rastro del dinero; pero sin tener que controlar la identidad de quienes toman la decisión sobre el dinero. Es decir, este nuevo dinero digital podría funcionar a la manera que funcionan actualmente los token, que son intercambiados directamente entre personas-máquinas, sin mediación de terceros.

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Si la Cuarta Revolución Industrial significa un cambio radical en la forma de estar en la sociedad, producir, trabajar, entretenernos y comunicarnos; exige asimismo un cambio radical en la forma de intercambiar nuestros bienes y servicios. Pero, sobre todo, implica una vuelta de rueda más en el proceso de mercantilización, racionalización y monetización de nuestras relaciones, poniendo en el mercado nuevos factores de producción. Algo que está demandando un tipo de dinero de circulación más eficiente. Y no puede hacerlo a costa de la individualización que la historia reciente del dinero inyectó en la sociedad (Simmel: Filosofía del dinero), con la pérdida de su anonimato.

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Javier Callejo
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