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La burguesía del criptocapitalismo: de Jed McCaleb a Changpeng Zhao

Si queremos seguir viendo la economía cripto como una propuesta de vertebración del horizonte económico del futuro, hay que fijarse en cómo se configuran sus sujetos. Es decir, la burguesía del criptocapitalismo.

Cada nueva forma de producción y vertebración de la economía origina la específica concreción de sus clases dominantes. Lo que hoy conocemos como capitalismo, originalmente vino de la mano de la burguesía. Una burguesía que, como analiza Werner Sombart, está especialmente vinculada en sus inicios al comercio, el pulular mercenario y el lujo. Algo que, visto desde la ficción posterior, llamaríamos aventura. Sin duda, muchas de las rutas que supusieron la gran expansión del comercio, estaban llenas de riesgos, tanto por tierra, como por mar.

Criptocapitalismo

El riesgo ha estado en el nacimiento de toda nueva burguesía. Lo estuvo en esa burguesía comercial originaria. Pero, más allá de la aventura, estaba, como nos propone Max Weber, la racionalización en la gestión y la reinversión de los beneficios que se obtenían. Para ser clase dominante, no sólo hacía falta una fortuna inicial, sino una racional gestión de esa fortuna convertida en capital. Un capital que necesita reproducirse ampliadamente para subsistir. Así, históricamente, se fue configurando la empresa capitalista, que ha tomado muy diversas formas a lo largo de sus cinco siglos de existencia.

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Con la revolución industrial, se hizo dominante la burguesía industrial, cuyo patrimonio estaba asentado sobre la producción fabril de bienes. No obstante, no hay que perder de vista que buena parte del capital originario de esta burguesía industrial provenía de la propia acumulación comercial. Es decir, en cierta forma se produjo una metamorfosis de la burguesía comercial en burguesía industrial y, ya muy cercana a ésta, en burguesía financiera.

Clases dominantes

Tampoco puede dejarse de lado, aun cuando ocupando posiciones estructurales subordinadas, la creciente presencia de una burguesía que podría denominarse profesional o gerencial (Schumpeter). Ya no eran tanto propietarios, como gestores. Eso sí, con una gran capacidad de decisión sobre grandes corporaciones –incluso el propio estado- que tenían importantes efectos en la sociedad. Al capital económico y al capital social –lazos de sangre y amistad- se unía el capital formativo y cultural. Un capital que había que cuidar tanto como los otros. Fue el momento en que los grandes centros universitarios cosmopolitas fueron conscientes de que no solo generaban conocimiento, sino capital social y, sobre todo, clases dominantes.

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En mayor o menor medida y como supieron ver el propio Sombart o Veblen, se tratara de la comercial, la industrial, la financiera o la gerencial, todas ponían de manifiesto su dominio y éxito a través de unos estilos de vida atravesados por la ostentación. Su dominio se representaba en mansiones, criados, coches, fiestas y distinguidas prácticas de ocio.

Claro está, han cambiado también las formas de la ostentación. Ya no aparecen en las páginas de “sociedad” de los periódicos locales. Es más, parecen estar más en las redes sociales, como Twitter, Instagram o Facebook. También en los medios de comunicación que certifican, de cara a los demás, la riqueza, como ocurre con la revista Forbes. En cualquier caso y aunque las fortunas acumuladas superen ampliamente los mil millones, dando casi igual si se trata de US dólares o euros, parecen haberse relajado las exigencias del lujo. La camiseta compite con el smoking. Es así como se presenta buena parte de la burguesía cripto. Sobre todo, en sus cuentas en las redes sociales.

La burguesía cripto es osada

Más allá de las formas, que siempre son importantes, hay que reconocer que, como las otras burguesías precedentes, también la burguesía cripto es osada. Una parte importante de ella, estuvo en las primeras experiencias con bitcoin. Es decir, puede hablarse de burguesía cripto de pura cepa. Es el caso de Jed McCaleb, cofundador de Stellar, y que creó el primer gran intercambio de bitcoin en Mt. Gox. Era 2010. Y es que los componentes de esta burguesía son, sobre todo, jóvenes, además de millonarios. Casi tan cerca de los orígenes puede situarse al cofundador de Ripple, Chris Larsen.

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La mayor parte de los actuales componentes de esta burguesía, se sumergieron en la industria cripto algo después. Casi todos, de la mano de la especulación financiera en las propias criptomonedas. De hecho, su principal patrimonio está compuesto por las propias criptomonedas. Algo que imprime cierta volatilidad al mismo. Se trata de jóvenes, con un relevante capital tecnológico original, como concreción de su capital cultural, que, tras las primeras acumulaciones de capital económico, se lanzaron a proyectos empresariales, de los que son los principales accionistas.

Burguesía digital

Proyectos casi siempre relacionados con startups de la industria de las criptomonedas o con Blockchain y las DeFi. Por ello, se configuran como burguesías cripto. Activos que se han ido revalorizando. Son los significativos casos de Brian Armstrong y Fred Ehrsam (ambos Coinbase), Micree Zhan y Jihan Wu (ambos Bitmain), Changpeng Zhao (Binance), San Bankman-Fried (Alameda Research y FTX, aunque con ese apellido se le veía venir), Matthew Roszak (Vesper) o Michael Saylor (MicroStrategy).

Otros vinieron de lo que podría considerarse burguesía digital. Es decir, acumularon su capital original previamente en el ámbito digital pre-blockchain. Los más populares son los gemelos Tyler y Cameron Winklevoss, que se enfrentaron judicialmente a Zuckerberg. También pueden considerarse provenientes de esa actividad digital pre-blockchain, pero que se sumergieron en la industrial cripto, capitalistas de riesgo como Tim Draper.

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En este orden de cosas, no podríamos dejar de nombrar a aquellos que vienen de industrias algo más distantes; pero que han hecho méritos sobrados para formar parte de esta burguesía cripto. Otro famoso, como es el inevitable Elon Musk. Hay que reconocerle sus constantes manifestaciones –en clave fan- de Dogecoin, además de que Tesla ha llegado a invertir 1,5 mil millones de US dólares en bitcoins. En esta línea, la lista es larga y no tan transparente, pues sus patrimonios e inversiones cruzan campos muy diversos, además del relativo a las criptomonedas. Es el caso del CEO de Twitter, Jack Dorsey, que ha confesado que una parte de su amplio patrimonio, que incluye un equipo de la NBA, está en criptomonedas.

Las otras burguesías

El número de componentes de esta burguesía está en crecimiento. No obstante, puede considerarse relativamente concentrado. Se estima que existen 17.000 direcciones de Bitcoin que guardan depósitos con un valor de un millón de dólares norteamericanos en esta criptomoneda. Es más, si nos centrásemos exclusivamente en esta criptomoneda y su horizonte de producción limitado a 21 millones de unidades, esta burguesía tendría que ser forzosamente limitada. Pero hay otras criptomonedas, otros activos criptos y otras actividades dentro de la industria cripto, que harán que siga creciendo el número de estos componentes.

Ahora la cuestión es si, además de conformarse en una nueva clase dominante, se unirán para ejercer presión. Es decir, si se constituirán en “clase para sí”, más allá de ser ya una “clase en sí”. Sobre todo, teniendo en cuenta que se avecinan regulaciones. Ya no se trata de arriesgar, sino de asegurar, gestionar y planificar. En contra, tienen las burguesías sustentadas sobre otros capitales, como el capital tecnológico-digital. Aquí la industria cripto cuenta con la oposición de figuras tan destacadas como el propio Bill Gates. También tienen en contra buena parte de las burguesías industriales y financieras tradicionales.

Foto de Wikipedia: El cambista y su mujer, cuadro de Quentin Massys, 1514

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Javier Callejo
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