Bitcoin cotiza por encima de $30.000, el precio más alto desde junio de 2022
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Cuando los mercados despertaron del crack FTX, Bitcoin todavía estaba allí

Este semana no puede hablarse de otra cosa. Es el derrumbe de FTX. La bomba nuclear FTX sobre el ecosistema cripto. La caída de uno de los imperios de la geopolítica cripto. Ha explotado una situación, de la que muy pocos habían avanzado algo públicamente, aun cuando pudiera ser que algo tenían que saber, pues tenían dinero metido en el negocio de este imperial exchange. Un fenómeno que no sólo pone al ecosistema cripto contra las cuerdas de la confianza, la supervivencia económica de algunos importantes proyectos y la credibilidad entre la opinión pública. También esta crisis, donde todo parece haberse cocido y retransmitido en escrupuloso directo en la red social Twitter, ha puesto de relieve la necesidad de otro tipo de periodismo. Un periodismo de investigación cripto.

Periodismo de investigación

Un periodismo de investigación que se meta en las tripas de los proyectos, las empresas y las transacciones, algo que con Blockchain es posible. En los orígenes del periodismo político, con la independización de las colonias norteamericanas y la revolución francesa por medio, los periodistas venían en su mayor parte de la práctica política. De hecho, muchos creían que seguían haciendo política, pero por otros canales y con otros medios. Tal vez es el momento del criptoperiodismo: de profesionales que sepan advertirnos y contar los acontecimientos de relieve en los distintos ledger. Mientras esto llega, el que lo ha contado casi todo ha sido Twitter. Ha contado todo lo que se podía contar en Twitter.

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La red social del pajarito ha permitido que miles y miles de seguidores repitieran con compulsiva expectativa el gesto de mirar al móvil, por si venía alguna noticia del caso de FTX, especialmente a partir de la cuenta de SBF (Sam Bankman-Fried, el CEO de FTX). Sobre todo, según se acercaba el final. Un final que no se sabía, claro está, en medio del proceso. Aun cuando muchos intuían. Esto no era asistir a un producto acabado, con programación, horario, capítulos y todo diseñado previamente.

Tragedia en clave cripto

Sí, era una tragedia, donde el destino con funestas consecuencias seguramente ya estaba escrito, en clave cripto por supuesto. Una tragedia que enfrentaba a supercriptohéroes o supercriptovillanos, según se mire. Ahí estaban, en el escenario Twitter, San Bankman-Fried (SBF) y Changpeng Zhao (CZ), FTX y Binance. Frente a frente. Más humanos que nunca.

De fondo, el inmenso y difuso coro de los comentaristas de las acciones de los dos criptosemidioses. Un coro que mostraba sus rabias, sus condenas morales, sus comprensiones sobre lo humano y todo un río de emociones. Fueron tantos los que asistieron en directo a los acontecimientos en Twitter que tal vez no merezca la pena reproducir la sucesión de hechos. Además, el rastro está ahí, en los distintos perfiles en Twitter.

En el perfil de SBF, seis días antes del desenlace final, un tuit de la mayor normalidad, como el feliz protagonista que se levanta y disfruta de una mañana luminosa a través de su venta: «¡BTW-Quant Zone es ahora más rápida! Y ahora es compatible». ¡El infeliz, en función ahora de su futuro y no de lo que sentía en ese momento, no sabía lo que le estaban preparando los dioses!

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Tan fuerte y seguro de su mundo se sentía, que lanzaba mensajes sobre un mundo mejor: «En este momento, enviar dinero internacionalmente es un dolor de cabeza. La gente está pagando un 10 por ciento, esperando semanas a que llegue». Terminaba: «Cripto puede hacerlo mejor». Todavía no sabía el dolor de cabeza que le esperaba.

Ese mismo día, tras esos mensajes que trazan la normalidad, la calma que precede a la tormenta, empieza a asomarse la sombra de CZ. Pocos minutos después, SBF, protagonista principal de esta tragedia, ya deja caer el ambiente tenso. No obstante, se esfuerza en transmitir tranquilidad: «En cualquier caso -como siempre- es hora de construir. De hacer el amor (y blockchain), no la guerra».  Es muy posible que nuestro protagonista esté desagarrado por el miedo y las dudas, como Edipo, Hamlet o Macbeth. Pero aparenta un sosiego hippie -un poco viejuno- ante el coro y los tuitespectadores. La cotización de los tokens de la empresa había empezado a despeñarse tan aceleradamente, que ríanse ustedes de las leyes newtonianas de la gravedad. La gravedad estaba aconteciendo en Twitter.

Rendición velazqueña de SBF

Dos días después, nuestro protagonista se muestra humildemente vencido ante su oponente. Anunciaba un inmediato acuerdo con Binance. Más bien lo que parecía anunciarse era un tratado de rendición. Un tratado de rendición de representación muy velazqueña, por cierto. Con abrazo al estilo de la obra pictórica que conocemos como «Las Lanzas». El asedio parecía que había acabado y, al menos, se habían salvado las vidas-cuentas. SBF escribía: «Enorme agradecimiento a CZ, Binance, y todos nuestros seguidores. Es un desarrollo centralizado que beneficia a toda la industria. CZ ha hecho, y continuará haciéndolo, un increíble trabajo en la construcción del ecosistema cripto global, y creando un mundo económico más libre». Rendición, en toda regla.

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El tratado no se firmó. FTX pasó por el cuchillo carnicero de Binance. CZ tuiteó alegando conocimiento de recientes informes, noticias e investigaciones de autoridades norteamericanas que: «hemos decidido no seguir con la potencial adquisición de FTX.com. El 11 de noviembre, un tuit desde la cuenta de SBF anuncia la quiebra de FTX, FTX US y Alameda. Ante los comentarios y respuestas en la red social, el protagonista de la historia se muestra compungido. Y la escena final de la tragedia acaba con un: «lo cagué, lo cagué».

Los memes

En directo, un flujo de emociones. Si las rupturas de pareja y los despidos se hacen por WhatsApp, las crisis empresariales se cuentan en Twitter. De paso, se comunica a todos los que tenían dinero ahí invertido que se han quedado sin nada. Seguramente a estos tuitespectadores del espectáculo no les hacía ninguna gracia. Parte del coro, se echaba las manos a la cabeza. Otra parte del coro disfrutaba con una de las más intensas olas de creación de memes. Hasta Beeple, creaba el suyo. El sentido de humor surgía como amortiguador emocional colectivo.

Ha sido una tragedia en directo. Es cierto que realizada desde la cámara subjetiva de cada uno de los personajes y, sobre todo, desde la cámara subjetiva del personaje principal: el perfil en Twitter de SBF. Mensajes en tuit. No en verso. Mensajes que apelan a la comprensión del público receptor, a la identificación con las posiciones y argumentos del autor.

Una tragedia en directo con lenguaje de colegas. Nada de expresiones engoladas; aun cuando es cierto que las interjecciones también son frecuentes. Ahora es un lenguaje que intenta generar emociones y, para ello y evitar la distancia, necesita hablar supuestamente desde las emociones. Así se hace más transparente. Desde luego, el «lo cagué» es muy transparente.

El papel de los medios de comunicación

Un directo que, en esa retórica emocional, parece dotada de una gran transparencia, porque las emociones nos parecen transparentes. Sin embargo, desaparecen de este foco subjetivo y emocional comportamientos que, posteriormente, se han descubierto poco transparentes. En especial, la forma en la que Bankman-Fried usaba los fondos de sus clientes. Ni transparente para sus propios clientes; ni, al parecer, transparente para los ejecutivos y socios de la empresa.

La crisis criptotuitera ha puesto de manifiesto el papel de los medios de comunicación tradicionales en la actualidad. Han sido un espectador más. Otro, sentado en las ficticias butacas de la red social. Su función se limita a la de, con ojo experto, evaluar y clasificar la información que les va llegando de las redes sociales.

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Como nos enseñaba un profesor de la Facultad de Ciencias de la Información, de la Complu, hacer periodismo es clasificar, como hace la tabla periódica de los elementos químicos. Ha de reconocerse que se trata de una función relevante, importante, incluso necesaria; pero una función secundaria, que va detrás de fuentes únicas, como Twitter. Por lo tanto, se hacen dependientes de ésta. ¿Dependen los periodistas de este canal, como antes dependían de telégrafo o del teléfono? Parece que no es lo mismo. Al menos, era un periodista el que, en exclusiva, se encontraba a uno de los extremos del hilo telegráfico o telefónico. Tal vez lo que se ha acabado es ese concepto tan maravilloso de la exclusiva. Ahora sólo dan exclusiva los gabinetes de prensa.

FTX Bitcoin

Mientras tanto, todo parece como en el brevísimo cuento de Monterroso: cuando despertaron las criptomonedas, Bitcoin todavía estaba allí. Tan descentralizado como siempre. Sin depender de alguien en concreto. Hasta el propio Buterin lo dice, mostrando nuevamente su veta genial: no confiaría mi dinero en Vitalik Buterin.

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Javier Callejo
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