Bitcoin y la materialidad de la riqueza en tiempos de coronavirus

Y cuando teníamos un bitcoin rampante, empezó a extenderse desde China algo que nos parecía abstracto, invisible, inmaterial, con el nombre de coronavirus. Empezaron a multiplicarse los fallecidos en el país asiático… y ya se hablaba de crisis. Mientras la curva de contagiados del coronavirus subía, casi sin parecer una curva, la de la cotización del bitcoin bajaba, también sin parecer una curva. El casi inmaterial bicho dio una patada a la economía material.

En pasados tiempos de crisis, ante los mínimos síntomas de crisis, el siempre miedoso dinero se refugiaba en los valores reconocidos de siempre, tangibles, casi abrazables, como los metales preciosos en general y, en especial, el oro. Y eso que, en la mayor parte de las ocasiones, el apreciado metal ni se veía, ni se olía.

Lo que se obtenía era un título que certificaba la propiedad de una determinada cantidad de supuesta materia. Pero era materia, frente a las dudas que podían derivarse del dinero y los estados. Se dejaba de confiar en monedas de cobre y billetes, bajo la confianza de que el oro, en el peor de los casos, era un bien fácilmente convertible. Esto hacía que se convirtiera en refugio. Por lo tanto, un refugio patrimonial es lo que se entiende como aceptable, en el intercambio, por casi todos, y, además, con una relativamente rápida liquidez.

Mucha gente cree que no son dinero

Las criptomonedas son dinero. Pero, con las criptomonedas, el problema es que aún mucha gente cree que no son dinero. No las ha integrado en esta categoría porque simple y llanamente no las ha integrado. Y no estoy hablando de legos en la disciplina económica.

De hecho, esas dudas están en economistas tan reputados como John Kay y Merving King, afirmadas en su reciente libro Radical Uncertainty. En su muy recomendable libro para estos tiempos de confinamiento, los prestigiosos profesores, con la experiencia que tienen de haber ocupado relevantes cargos como el de Gobernador del Banco de Inglaterra, se muestran escépticos respecto a muchas cosas: la estadística, las posibilidades de predicción los Premios Nobel en Economía… Y, también, con respecto a bitcoin y el resto de criptomonedas.

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El caso es que, frente al conservador dinero fiat, el de las criptomonedas es una especie de dinero atrevido, que mira hacia el futuro (“echaó p’adelante”), lo que parece que le incapacita para tiempos de crisis como la del coronavirus, cuando la incertidumbre es radical. La muestra está en la constante curva descendente que muestra su cotización en los últimos días.

Si ha bajado es porque cantidades de bitcoin se han cambiado por otra cosa. ¿Qué cosa? Pues tampoco parece fácil saberlo. No solamente se trata de su intangibilidad más allá de unas cifras en un registro digital, lo que en poco le diferenciaría del dinero fiat, sino la oscuridad de sus flujos y de casi todo lo que le rodea, entre el mito y la distinción cool. Ello hace que el bitcoin multiplique exponencialmente la incertidumbre.

Las profecías tienden a autocumplirse

La otra explicación nos sitúa en la tensión entre expectativas y riesgo. Según avanzaban las noticias del progreso de los contagios y muertes sobre el coronavirus, los poseedores de bitcoin, especialmente los que mayor patrimonio en términos absolutos tenían concretado en esta criptomoneda, generaron la expectativa de que los otros poseedores iban a cambiar sus bitcoins y, por lo tanto, la cotización de la moneda iba a bajar.

Como suele ocurrir en el campo financiero, las profecías tienden a autocumplirse: si se pronostica de un título o bien que va a experimentar un descenso en su valor, termina bajando su cotización, ya que la oferta del mismo se extiende y, al contrario, la demanda se reduce.

¿Qué contenido tenían tales expectativas? Riesgo crisis económica + riesgo de volatilidad = riesgo excesivo… Por lo que es probable que los poseedores de bitcoins optaran por posiciones más conservadoras.

Transformar las incertidumbres en riesgos

Los identificados con la moneda, apelan al largo plazo… Posiblemente tienen razón. Pero, en tiempo de crisis sanitaria ¿quién piensa en el largo plazo? Bueno, sí, los economistas, encargados de transformar las incertidumbres en riesgo; los sociólogos, que rellenan las incertidumbres con simulaciones de escenarios de futuro; los antropólogos, que explican las incertidumbres por el largo plazo de nuestros ADNs míticos y culturales del pasado, de manera que parece que estemos condenados a ser lo que siempre hemos sido; y los utópicos, destinados a traducir las incertidumbres en promesas de salvación.

Cada uno con su narrativa frente a la incertidumbre. Ahora bien ¿quién les escucha en estos tiempos? En los amantes del bitcoin hay probablemente dosis de todas estas perspectivas; pero cuando la incertidumbre radical nos atraviesa tal vez lo más ético es contestar: “no lo sé”. Tampoco qué ocurrirá con el bitcoin a largo plazo. En el corto plazo del día a día, se convierte en migajas, como si un elefante hubiera pisado nuestra caja de polvorones. Sé que decir no lo sé en los medios de comunicación no es lo que se espera. Como dicen los propios Kay y King: no es lo que esperan los medios; pero es lo ético en la mayor parte de las ocasiones que preguntan a los expertos.

Y mientras tanto, la invisible materialidad del coronavirus parece comerse la visible inmaterialidad de bitcoin.

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Javier Callejo
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