La multiplicidad de personalidades en el metaverso
La multiplicidad de personalidades en el metaverso

Criptoagosto: la multiplicidad de personalidades en el metaverso

Las estrategias para configurar nuestro avatar dentro del metaverso son múltiples, incluso aunque estén condicionadas a nuestras propias competencias, al marco técnico del propio metaverso o nuestra capacidad económica. En buena parte, tal configuración dependerá en mucho del comportamiento en el escenario del propio metaverso. Es un escenario, un espacio público, en el que se actúa. Las estrategias de tal dramatización pueden estar dirigidas hacia el objetivo de que nos conozcan y nos reconozcan. Pero también pueden ir en el sentido opuesto, destinadas a evitar que nos reconozcan.

El filósofo alemán Axel Honneth ha elaborado toda una teoría sobre el papel que tiene la lucha por el reconocimiento en el progreso de las sociedades y apunta su papel en la motivación en cambios históricos fundamentales. Su patología, la falta de reconocimiento convertida en desprecio o menosprecio, es la fuente de reacciones sociales que pueden llevar a la rebelión o la revolución.

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Este pensador critica y, a la vez, sigue las concepciones de la Escuela de Frankfurt, que tanta impronta fijó en las ciencias sociales, con autores como Adorno, Horkheimer, Marcuse, Fromm o Habermas. Honneth asume que, para nuestro desarrollo como seres humanos, precisamos que nos reconozcan y reconocer a los otros. Se fundamenta, como otros autores de la mencionada Escuela, en concepciones psicoanalíticas. Pero el metaverso plantea una opción muy distinta. Casi opuesta: la voluntad de no ser reconocidos a partir de nuestros avatares. La voluntad de ser otros totalmente distintos a los que somos en la vida físico-real.

Personalidades en el metaverso

Buena parte de la estructura de Snow crash, la continua referencia de ficción cuando hablamos del metaverso, se sostiene por la radical ruptura entre mundos, el del metaverso y el otro. Por lo tanto, en la voluntad de, a su vez, ruptura de vínculos entre ambos mundos. En un no querer ser reconocido, salvo como lo que se es en el metaverso. Lugar donde lo que se es tiende a coincidir con lo que se quiere ser. Tal vez aquí radique su atractivo para los ciudadanos y el gran interés para las marcas y, en general, los vendedores de “skins”, como objetos icónicos en clave de complementos que posibilitan la traducción de los sujetos en más o menos extraños avatares. Extraños de sí mismos.

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La cosa acaba de empezar y ya puede hacerse una clasificación de los avatares en dos grandes grupos. Por un lado, los reconocibles y que, de alguna forma, buscan subrayar la identidad del representado por el avatar. Expanden la sombra del avatar en el mundo del metaverso. Avatares que se empeñan en señalar a su sombra.

Contaminaciones entre personalidades

Por otro lado, los avatares irreconocibles, que borran todo vínculo identitario con su sombra, de tal forma que se configuran para que no puedan ser reconocidos en el metaverso ni por su madre. Al fin y al cabo, esta clasificación también puede observarse en las redes sociales, cuando salimos de nuestro grupo más estricto. Están los perfiles publicitarios, destinados a hacer publicidad de sí mismos y de lo que hacen en el mundo físico, y los perfiles que, casi siempre bajo pseudónimo, van al grano de los acontecimientos, situándose frente a los mismos bajo máscaras que les hacen irreconocibles. Tienden a ser más interesantes estos últimos.

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En todo caso, lo que ya estaba abierto, como es la multiplicidad de personalidades gracias a las posibilidades de distintos artilugios de lo digital, queda multiplicado geométricamente por el metaverso. Algo que puede tener tanto derivas poco benéficas para el equilibrio de los sistemas psíquicos, concretadas en contaminaciones entre personalidades-representaciones reales y digitales, como funciones casi terapéuticas, aliviando de las pesadas cargas de la identidad.

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Javier Callejo
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