Crecientemente, los bancos británicos han impuesto limitaciones a las transferencias desde sus cuentas a los exchanges. También ocurre en otros países. Pero ha sido la asociación comercial británica para la industria de criptoactivos, CryptoUK, la que ha señalado esta especie de acoso. De sitio. Lo ha hecho mediante una carta a uno de los máximos representantes del Estado, el Secretario del Tesoro. Una carta en la que se señala que, de seguirse por esta senda, se bloqueará la innovación y el desarrollo tecnológico de la Web3.
Sitiar a las criptomonedas
CryptoUK llama, en busca de amparo, a la puerta del Estado. Es consciente de la oportunidad que supone la presencia de un Primer Ministro, Rishi Sunak, que ha subrayado la relevancia de los criptoactivos en las finanzas del futuro. Es decir, la oportunidad de que, al menos y a pesar del fuerte vínculo entre bancos y Estados, sus razones sean escuchadas.
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La mayor parte de los bancos tradicionales, en el conjunto del planeta, se encuentran, como poco, un tanto desorientados. Ven que un mundo financiero en el que ellos ponían el suelo y levantaban rascacielos infinitos, se les abren los suelos y se les caen los edificios financieros. En un mundo acelerado, se mueven pesada y lentamente, con unos costes elevados, que, a su vez, intentan trasladar a sus clientes.
Pero los clientes han cambiado. Su relación con los bancos es otra. Su confianza hacia los mismos es escasa: han sido espectadores de varias caídas, con efectos desastrosos. En muchos casos, han visto como esos tradicionales bancos de la confianza en la sucursal les han engañado o han engañado a sus vecinos. Y, sobre todo, ya se trata de usuarios de la lógica digital, de la respuesta inmediata y a costes competitivos, tendiendo al mínimo. Se trata de usuarios del háztelo tú mismo. Educados en internet; pero, también, en el sírvete-tú-mismo que es más barato, con la intermediación reducida a lo ínfimo. Usuarios que, tal vez, empezaron con Ikea, siguieron con Amazon y ahora soportan malamente que los intermediarios carguen contra ellos, en lugar de hacerlo contra los proveedores. Unos usuarios que están en la lógica de la mínima intermediación y, en todo caso, a su favor.
Los bancos no nos protegen
Usuarios que han experimentado que los bancos no nos protegen, que se protegen a sí mismos. Es más, ciudadanos que ya dudan de la propia protección del Estado. Que piensan que éste protege más a los bancos, que a ellos mismos. Es más, que tienen que, por la vía fiscal, son ellos los que, con sus impuestos, están protegiendo a los bancos.
Bitcoin y, con él, las criptomonedas, surgen como alternativa al dinero emitido y controlado por los Estados. También, contra el dinero gestionado por los bancos. En un principio, bancos y Estados despreciaron la propuesta. Hasta se permitieron ignorarla. Hoy no solamente no la ignoran, sino que la señalan como un enemigo. Un enemigo de cuidado al que hay que ahogar materialmente. Los bancos: no dejando fluir el dinero desde las cuentas de sus clientes a los exchanges. Los Estados: disparando fiscalmente, dejándolo señalado, a todo aquel que mueve dinero desde los exchanges hacia los bancos o los instrumentos tradicionales de pago, como las tarjetas de crédito.
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Ahora bien, la relación que mantienen entidades financieras y Estados deja de ser simple. Hay muy importantes bancos que han invertido y están invirtiendo en la industria de los criptoactivos. Es más, es difícil pensar que el total de las 150 empresas que se encuentran en CryptoUK están absolutamente al margen de la parte más tradicional del propio sistema financiero británico.
Una relación racional
Una relación de los bancos con la industria de las criptomonedas que, esto es cierto, tiende a mantenerse en un nivel bajo de publicidad. Se hace, más que se habla. Queda señalada en las tormentas informativas que siguen a la caída de un banco, véase recientemente el caso de la quiebra del Silicon Valley Bank. Se le llegó a calificar de: “salvavidas de las criptomonedas”. Y hasta llega a ser sospechoso que se pusiera tanto el foco en esta entidad por parte de las autoridades estadounidenses, presionando para esa declaración de quiebra, cuando existen otros bancos en situaciones financieras parecidas. Queda señalada, también y aunque de puntillas, en los escándalos -porque, entonces, son escándalos- de casos como el de FTX, donde se reveló la presencia de bancos tradicionales entre los inversores.
Es económicamente racional esa relación de los bancos con la industria de los criptoactivos, si se piensa que: a) pueden obtenerse rendimientos; b) se trata de un sector innovador, en estado emergente y con un amplio potencial de crecimiento; c) los bancos, asumiendo riesgos y ocasionalmente obteniendo grandiosos beneficios, se encontraban tras los grandes cambios económicos de los últimos siglos: desde el ferrocarril a la biotecnología. Lo que parece una reacción no tan racional -desde la perspectiva del sistema- es su actual oposición a la industria cripto en este rincón del mundo. Es una reacción defensiva. Casi como un reflejo biológico, de supervivencia.
Regulaciones sin protecciones
Una relación compleja que no es menor en el caso de la existente actualmente entre Estado y criptomonedas. Dejemos a un lado las singularidades de países como la República Bolivariana de Venezuela, con su Petro, o El Salvador de Nayib Bukele. Países que han abrazado las criptomonedas. La mayor parte de los países del planeta no han actuado de tal manera. Aun cuando la variedad de tales relaciones es amplia, encontrándose muy diversos matices. Para no extendernos en demasía, lo dejaremos en tres posiciones distintas.
El grueso de los Estados, movidos por su voracidad fiscal, ven a los criptoactivos como un agujero fiscal. Están preocupados por lo que pudiera escaparse de contribución al sostenimiento de la institución del Estado en clave de flujo de criptomonedas. De hecho, han tendido a dar absoluta preferencia a las regulaciones que buscan el control fiscal de las criptomonedas, sobre las regulaciones protectoras de los usuarios de las mismas. Nuevamente el principio básico de la industria de la protección: la protección empieza por uno mismo. En este caso, el Estado. Así, se producen normas que obligan a los actores de la industria exchange a declarar y, a los usuarios, a declararse.
Otros Estados, como los apuntados en el último informe de Chainalysis (Crypto Crime Report 2023), se acomodan como residencia de los sitios y entidades que actúan criminalmente con las criptomonedas. Hasta se llega a dejar caer, muy entreveladamente, que pudieran estar sirviendo a estrategias geopolíticas, contribuyendo a la desestabilización de otros países. De hecho, argumentos así sirven a los enemigos de las criptomonedas en los países occidentales: combatirlas es combatir al país que nos está amenazando.
China y Hong Kong
Por último, hay Estados que están dando pasos favorables al frente, en su relación con los criptoactivos. Hacen un esfuerzo por integrar la criptografía en su sistema económico. Y, a la vez, intentan integrar su sistema económico en la lógica de la economía cripto. Casi todos se encuentran en las costas asiáticas del Pacífico. Destaca el lugar que el Estado japonés está dando a la Web3 entre sus políticas; así como el experimento de la República Popular China. En ese ambiguo papel que supone el capitalismo de Estado chino, se ha introducido con fuerza la industria de los criptoactivos. En el difícil equilibrio entre situaciones y lógicas tan dispares, como la de la gran China continental y Hong Kong, el gigante asiático ha optado por dar cobijo a la industria de los criptoactivos en la anterior colonia británica. Seguramente con la intención de aislarla y, a la vez, servirse de ella. Es decir, aprovecha la excepción Hong Kong para introducir la excepción cripto.
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Mientras Oriente aparece decidido a dar un impulso a la industria de los criptoactivos, la alianza entre bancos y Estado en Occidente ha señalado a esta industria como un enemigo. Una alianza que viene de lejos. En algunos países occidentales, como España, puede hablarse de alianza que estructura su economía durante el último siglo y medio. Una alianza contra un enemigo al que actualmente está sitiando, presionando a otros actores, como las tecnológicas ahora en dificultades, a posicionarse. Así, acumulando más sospechosas, resulta poco explicable el abandono por parte de Meta de sus principales proyectos en clave cripto. Pero se trata sólo de eso, de sospechas.
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