El reciente año terminado no ha sido bueno para las criptomonedas en general. Ello no ha impedido -más bien lo ha impulsado- que hayan circulado con fuerza mensajes en los medios de comunicación. Buena parte de ellos repletos de tópicos. Especialmente aquellos sustentados por los medios mainstream y justificados bajo el argumento de dar unas notas básicas. Así, cuando se lee en esos medios que van a dar una introducción sencilla y didáctica sobre las criptomonedas, suena a amenaza del peor estilo. Vamos con algunos de los más extendidos.
Criptomonedas tópicos
El primero de ellos es que esto de las criptomonedas es algo muy complejo. Puede admitirse que algunos de sus procesos pueden resultar hasta oscuros para quien no procede de las rutas de la informática, la física, la economía o la ingeniería. Pero no más que, por ejemplo, la cotización del dólar o el euro, o el hecho de que, por ejemplo, por un euro te den en unos sitios una barra de pan; en otros, hasta dos barras de pan; mientras que en otros no se recibe ni media barra. Estas últimas cuestiones no las tienden a explicar con escuetas frases tipo: es el coste de la vida, es lo que cuesta su producción, es una manera de situarse en el mercado, etc. Pero fácil no es. Bastante más complejo que las criptomonedas.
Otro tópico es el de que los pequeños ahorradores tienen las de perder en el mundo de las criptomonedas, de manera que unos pocos se aprovechan de los ignorantes pequeños ahorradores. Con este tópico, los medios ponen una barrera al siempre temeroso pequeño ahorrador. Nadie quiere sentirse como un tonto utilizado por los demás. Menos aún, que se lo restrieguen después de haber perdido dinero.
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En la crisis del Banco Popular, también perdieron los pequeños ahorradores. En casi todas las crisis, son muchos los pequeños ahorradores que pierden su dinero. Pero también lo pierden los grandes. Seguramente más dinero; pero, también seguramente, tienen otras tablas de salvación, con un riesgo más diversificado. Pues con las criptomonedas lo mismo. Cuando hay crisis, hay muchos pequeños ahorradores que pierden dinero. Cuando sube su cotización, también hay muchos pequeños ahorradores que ganan. Pero, entonces, no son pequeños ahorradores sino pequeños inversores. Pero el término ahorrador tiene otras connotaciones, de esforzado trabajador acumulando moneda a moneda con el sudor de su frente. Se avisa así que las criptomonedas no son para ahorradores.
Relacionado con el anterior mensaje repele pequeños ahorradores, está el de la desprotección de estos. Si se produce una quiebra de las criptomonedas, no hay protección. Como contraste, se señala lo que ocurre con los saldos en las cuentas bancarias hasta los 100.000 euros. En la UE, si quiebra una entidad bancaria, el titular tiene protegida esa cantidad. Ahora bien, si quiebra el sistema bancario, tengan por seguro que tampoco habrá esos 100.000 euros. En el mejor de los casos, un socorrido corralito y una pérdida sustancia de la capacidad de compra de esos saldos.
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Sigamos: los que invierten en cripto lo hacen para hacerse ricos. Como si hacerse rico fuera una cosa mala. Ya se sabe, lo de: «es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios». Creo que no requiere mayor desarrollo esta cuestión, más allá de apuntar la contradicción de juntar en el mismo empeño a sufridos pequeños ahorradores y una gigante ambición de riqueza. O no son tan pequeños, o ese de querer convertirse en rico está más extendido de lo que se presupone en el tópico. Ya saben las religiones que el principal obstáculo de la fe es la ambición de riqueza. Tal vez, por ello, intentan acapararla allí donde rigen, para que no sirva a las tentaciones.
Hablando de malos, otro de los tópicos es que el mundo de las criptomonedas está lleno de defraudadores y criminales blanqueando dinero. Haberlos, seguro que los hay. No he conocido a ninguno; pero los más expertos nos avisan que se parece al salvaje oeste. Por cierto, muchos de ellos habrán perdido un buen pellizco de su negro patrimonio con la cotización a la baja.
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Un tópico que roza el costumbrismo barato es el de que los que tienen criptomonedas constituyen una especie de seres abducidos, feligreses de una nueva religión, una especie de secta, que no dejan de hablar de su unión con las criptomonedas como si fuese una experiencia mística. Así, conforman comunidades de estos feligreses que hablan y hablan de las criptomonedas, conformando miles de grupos en Telegram o Whatsapp. Para obtener esta imagen, los reporteros se nutren de las manifestaciones de espacios tan neutrales como las puertas de grandes eventos de encuentros con gurús del ecosistema. Es como preguntar por las razones de la afición al fútbol a las puertas del estadio, mientras se entra para ver un derbi.
Que sean tópicos no quiere decir que no radiquen, aun cuando sea efímeramente, en la verdad. El problema es que verdades parciales se proyectan como verdades totales, que agotan el significado del hecho referido, impiden ver otras facetas de este hecho y terminan caricaturizándolo. Sí, puede ser que, en parte, las criptomonedas sean todo eso que indican los tópicos. Pero llevados los rasgos al estado de tópico hacen que la figura sea irreconocible, enfangándose en contradicciones.
Por un lado, son muchísimos los pequeños ahorradores estafados de hecho o potencialmente estafados, por cometer el pecado de salirse de su pequeñez y querer ser grandes. Tal vez el pecado esté en la pequeñez. Algo que recuerda a ese insulto que los militantes de organizaciones de izquierda se lanzaban entre sí, en los alrededores de la transición democrática española: «pequeño burgués». Un insulto en el que lo peor no era lo de burgués, sino lo de pequeño. Contradicciones entre el gran número de los potencialmente estafados y su caracterización como minoría, entre la callada actitud del ahorrador ignorante y las extensas, continuas e intensas comunicaciones entre usuarios de criptoactivos en las redes sociales, tal vez queriendo salir de esa adjudicada ignorancia.
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De todos esos tópicos señalados, tienen algo. Pero tienen otras caras, como su intrínseco antiestatalismo, mirando con recelo las subvenciones o los amparos llegados desde las fuentes estatales sostenidas con nuestros impuestos. Subvenciones o publicidades estatales que riegan esos medios. De hecho, en la actualidad puede medirse la afección al régimen político por el monto de las subvenciones recibidas por los medios de comunicación del Estado y los fondos Next Generation.
Con los tópicos, además de servir al Estado, se ocultan otras caras de las criptomonedas, como su lógica cultural de la autonomía y la independencia. Con sus riesgos, sí. Pero contraria a la cultura que sostiene las muy extendidas industrias de la protección; pues toda protección está envenenada, de manera que lo primero que requiere es protegerse y a sí misma, asegurando su reproducción y, con ello, la reproducción de los débiles. De los vulnerables, que es la palabra, ahora.
La febril mente del mal se fija en los tópicos de las criptomonedas. Una mente colectiva que, atizada por los medios de comunicación, ha inventado términos para dar cuenta del valle situacional de las criptomonedas: criptoinvierno, criptocrash, criptopánico, criptosectas. Pero es una mente estéril cuando se trata de fijar los buenos momentos, cuando subía la cotización de este dinero. Entonces no se hablaba de criptoprimavera o criptocielo. Tampoco de criptoautonomía.
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