Los bancos han desarrollado un papel vital en el desarrollo de la Modernidad y del capitalismo. Desde la primera, inyectaron una gran dosis de racionalidad a la sociedad y, junto con las compañías aseguradoras y las nacientes empresas para llevar a cabo los grandes viajes, se convirtieron en las instituciones que convirtieron los peligros en riesgos, y, a partir de aquí, construyeron las bases para que surgiera en el mundo el sistema de mercado. Su principal labor manifiesta: recoger y agregar los ahorros de mucha gente, para prestar ese dinero principalmente a las empresas para sus inversiones. Su función latente: inyectar confianza en el sistema económico y en el sistema social.
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Bancos y Web3
Pero los bancos tradicionales ya no generan confianza. El otro día, mientras esperábamos disciplinadamente durante bastante tiempo en una oficina bancaria, para hacerles llegar nuestras quejas, una señora cuyo aspecto se alejaba de los estereotipos del ecosistema cripto o incluso de la modernidad estética, me comenta, bastante enfadada: “¡luego no me extraña lo de bitcoin!”. Es decir, se relaciona la criptomoneda con las alternativas a cómo está funcionando la banca. Las criptomonedas están en, al menos, un nivel por encima en cuanto a expectativas y confianza.
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Y es que los bancos no ofrecen muchos signos para la confianza: abusos, comisiones por todas partes, cierre de oficinas en pequeñas localidades dejando sin posibilidad de actividad financiera a personas mayores, que han venido depositando sus ahorros en las mismas durante toda la vida y que, ahora, no pueden moverse quince o veinte kilómetros para ir a la oficina, estando fuera de sus competencias vitales las digitales. Todo esto desde la inmediata relación con los clientes. Por no entrar en que se han convertido en una continua amenaza para el sistema financiero.
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Tal vez puedan reconvertirse. Regresar a la eficiencia, volviendo a ser fuente general de confianza. Regresos en los que parece fundamental la activación en los mismos de la lógica Web3.
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