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Los NFT como identidad digital en la economía del metaverso

Durante las últimas semanas, estamos asistiendo a la acelerada compraventa de NFTs pertenecientes a colecciones extensas, con muchos elementos singulares, de manera que es práctica y materialmente imposible hacerse con toda la colección. Lo importante es hacerse con alguno o algunos de ellos. ¿Para qué? ¿Sólo para tenerlos en la wallet? ¿Para obtener una identidad en la que actuar en los mundos digitales? ¿Para pertenecer a una distinguida comunidad? Preguntas que, de manera más o menos directa, recogen los mensajes que los lanzamientos de estas colecciones de NFTs.

NFT y metaverso

Sin embargo, parece que la respuesta más potente se encuentra en el mercado. El valor de un NFT de colección está en su valor de cambio. Es decir, en las expectativas del precio que puede alcanzar en el mercado. Para ser más concretos: el criptopunk #6275 superó los 5 millones USD hace menos de doce horas, en la noche-madrugada central de este primer fin de semana de septiembre.

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NFTs como avatares

Con la adquisición de un NFT, los sujetos pueden actuar en el metaverso. Estos NFTs se convierten en sus avatares. Es decir, estas piezas de arte ya no solo tienen como referencia esa representación de la realidad que seleccionó el artista, sino que el propietario o gestor del NFT adquirido hace de él una representación de sí mismos que actúa en el metaverso. La referencia es la identidad de quien lo ha adquirido. De quien lo tiene en ese momento. Todos empiezan a reconocer una pauta de comportamiento en el metaverso. Como ocurre en la realidad física, nuestras relaciones sociales se construyen sobre las expectativas de cómo actuarán aquéllos con quienes nos relacionamos. Este es un principio básico de la fenomenología social. Pero ¿Qué pasa si el NFT cambia de dueño? ¿Será capaz de imponer su lógica de comportamiento al nuevo dueño? ¿Será adquirido el NFT para, precisamente, cambiar su comportamiento en el metaverso?

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Esta cuestión abre una necesaria reflexión sobre la identidad en los metaversos y, a la vez, sobre el propio hecho de que se pueda comprar y vender esa identidad/representación digital. Tal posibilidad de compraventa tal vez lleve a comportamientos especiales, destacados, significantes, en el metaverso. Hacer valer el NFT en el mercado a través de sus especiales comportamientos. Hacer que los demás se fijen, para que me adquieran. Sobre todo, si en el transcurso de las actuaciones se ha conseguido que ese NFT/avatar acumule signos publicitarios.

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Lucha por los metaversos

Esa actuación en los metaversos parece convertirse en una especie de lucha por los metaversos. Así, los aventureros Loots reclaman la posibilidad de dominar el metaverso. De hecho, son los NFTs que han recalentado este mercado en los últimos días, cuando parecía enfriarse. Tienen la particularidad de que no se adquiere una imagen ya hecha, presente, sino una bolsa (bag) de características del NFT. Es también el proyecto en que de forma más evidente queda expresado que el futuro (valor) de la comunidad (proyecto)depende de cómo trabajen sus miembros, implicándose en la misma. Pero, también, el propio valor que tiene el hecho de la colección. Es decir, el fijar previamente un número previo de elementos, de unidades. Así, cada elemento se convierte en un título de participación en la comunidad y, en definitiva, en un título de participación en los beneficios del conjunto de la comunidad. En una especie de título-valor-acción en la comunidad. Comunidad que crean sus propios lenguajes, sus jergas, reforzando ese sentimiento de comunidad. De implicación en la comunidad. De saber dónde se está. Pero, tal vez, no tanto para estar en ella, como para salir lo más beneficiado posible de ella.

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La identidad digital

Hay una verdadera disputa por adquirir elementos de estos coleccionables. Aun cuando, como en el caso de los Bored Apes, salían a un precio determinado (0,08 ETH), la primera venta se agotó, entrando entonces en las subastas de Open Sea y adquiriendo notables precios. El reclamo inicial es que tu Bored Ape podía servir como tu identidad digital. Por la exitosa proyección en las subastas, cabe interpretar que se trataba de una identidad digital frágil, destinada a ser vendida al mejor postor.

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Uno puede ser un Cryptopunk y entrar en la comunidad de punkies cripto, aparentemente más pacífica que el entorno que produjo Sex Pistols en la mitad de los años setenta del siglo pasado. También puede ser un Bored Ape y adquirir la calidad de miembro del distinguido -actualmente- Bored Ape Yacht Club; o convertirse en un Pudgy Penguin o en un Aventurero Loot en busca de cosas que rapiñar.

Hay diferencias formales, entre los esqueléticos monos, los gorditos pingüinos y lo cuasipixelados punkies. Más allá de la estética, la adquisición de un elemento de cada una de estas u otras colecciones da acceso a ciertos privilegios. Por ejemplo, pertenecer al Bored Ape Yach Club permite entrar en The Bathroom. Es el lugar donde operan -viven- estos NFTs/avatares. En especial, puede pintar o mandar un mensaje y, así, colaborar en la elaboración de una obra colectiva.

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La comunidad como objetivo

Más allá de considerar las paredes de un retrete lleno de grafitis una obra colectiva, lo destacable es la idea de comunidad con un objetivo. Bored Apes resalta la pertenencia a una comunidad. Seguramente este es el centro de la tokeneconomía: generar comunidades con objetivos. Pero con esta propuesta de los Bored Apes se hace transparente. La propia plataforma despliega los objetivos de la misma, en la que se incluye recompensas para los propietarios de los Bored Apes, en función de la realización exitosa de ciertas tareas. Ahora bien, la obtención, por parte de la plataforma, de los objetivos formales no hace sino aumentar el valor de la propia pertenencia a la comunidad. Revalorizar la comunidad y, así, aumentar el valor del token. La comunidad tiene unos objetivos; pero parece que el objetivo compartido es que la comunidad se cotice lo más alto posible en los mercados.

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La comunidad de los 8.888 Pudgy Penguins se llama The Huddle (el grupo) y los poseedores también pueden recibir regalos por su pertenencia a ella. También, vendida en su totalidad. De hecho, se vendió en unos 20 minutos. Por supuesto, los poseedores pueden venderlos, si se tienen ofertas. Algunos cotizan muy alto. El flujo de transacciones superó los 25 millones de dólares, según NFT Stats.

Ganar dinero

Los lanzadores y propietarios de las plataformas ganan dinero cada vez que hay una transacción. Todos, lanzadores y poseedores de los NFTs están interesados en que el mercado se caliente. Es decir, en el valor de cambio del conjunto de la colección/comunidad y, por lo tanto, del NFT o NFTs de que se disponga en la wallet. Por lo tanto, desde el punto de vista de la identidad, se espera poco. De hecho, que dure esa identidad lo menos posible en sus respectivas wallet, salvo que se espere una mayor cotización.

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Pero, entonces, ¿de qué comunidad o de qué identidad estamos hablando? Se trata de comunidades e identidades fundamentadas en el valor de cambio. Se lleva al extremo una lógica que estaba ahí. Esta es el gran paso de Blockchain: convertir en intercambiable y, por lo tanto, con valor de cambio todo gracias a que queda registrado y expuesto todo lo que se tiene en propiedad. La lógica inversora se impone a la comunitaria, aunque esta se mantenga y promueva. ¿Nuevo? Como casi siempre, relativamente.

Es como comprar un apartamento (elemento) en una urbanización o un determinado barrio (colección/comunidad) con la idea de que, cuanto mejor le vaya a la urbanización, más se revalorizará (valor de cambio) el apartamento que se ha adquirido. Hace muchos años, tal vez nos escandalizaba que se comprara una casa para algo distinto que no fuese vivir en ella (valor de uso). Hoy, hasta la identidad (digital) se adquiere y se vende.

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Javier Callejo
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