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La audiencia planetaria de los memes y su monetización a través de NFTs 

A través de convertise en NFTs los memes encuentran una gran oportunidad para monetizarse. Su mercado es palpable. Deriva de su amplia circulación y de que ya forman parte de nuestra cultura digital.

La viralidad de los memes los convierten en un bien preciado que empieza a tener un mercado considerable por varias razones. En primer lugar, porque son un bien de uso para unos. Por ejemplo, cada vez más los medios de comunicación online tienen su sección de memes sobre los principales acontecimientos del día. Se han convertido en parte de nuestra iconosfera cotidiana. Casi los esperamos como el comer en nuestros medios de comunicación, en nuestras app. Los memes consiguen una condensación simbólica de lo que ha pasado como seguramente ningún otro instrumento comunicativo consigue. Por ello, los buscamos.

Memes y NFTs

En segundo lugar, algunos memes alcanzan notables cotas como expresión estética. Sin perder esa capacidad de condensar simbólicamente una situación, evocan muchas cosas, incluyendo una manera de entender el mundo. Su función entonces se parece a las de las obras de arte. Son apreciados como obras de arte.

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En tercer lugar, articulando en buena parte los dos anteriores aspectos, hay un coleccionismo de memes. Prácticamente puede haber un coleccionismo de casi todo. Hay quienes hablan del coleccionismo –con independencia de su contenido- como uno de los síntomas de nuestra civilización. Para otros es justamente una patología de esta misma civilización: acumular series hasta el infinito, donde el valor de cada elemento y el valor de la serie se retroalimentan. Una colección valdrá lo que valen sus elementos; pero, a su vez, sus elementos –los memes- valdrán por estar incluidos en colecciones de valor.

Manifestaciones espontáneas

Ahora bien, como todo, los memes hay que trabajarlos. Y esto, que parece ir un poco en contra de su surgimiento. Cuando eran memes antes de ser reconocidos como memes. Porque inicialmente nacieron con la fuerza de la espontaneidad. De hecho, eran manifestaciones espontáneas producidas en los medios de comunicación que se popularizaban a partir del trabajo que otros hacían sobre ellos, los verdaderos creadores de memes. El mensaje inicial era reconocido por todos y el trabajo del meme consistía fundamentalmente en extraerlo de su contexto original, de donde había surgido, a partir del cambio de alguna palabra o muchas palabras, de la traducción, de las imágenes, etc. Sobre todo, cambiando parcialmente el sentido, descargándolo de ese contexto original. Descargado de ese contexto, si el meme era bueno, podía circular a la velocidad de la luz por internet y, sobre todo, por redes sociales.

El origen: “Imma let you finish”

Momentos estelares de la comunicación mediada constituyeron el material original de los memes. Se sitúa en el “Imma let you finish” su nacimiento. La frase que Kanye West espetó a Taylor Swift, mientras recogía su premio MTV al Mejor Vídeo realizado por una mujer, se convirtió en la llave para interrumpir cualquier intervención. La cosa tuvo enorme recorrido. Pero esto ya pertenece a la historia de los memes.

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Frases que se viralizan, que las empezamos a utilizar todos. Aquí, sin concretarse en el formato audiovisual meme; pero sí como ejemplos de propagación cultural vírica, tenemos ejemplos reconocidos. Frases que nos sirven para retratar una situación y que todos la reconozcan: “He venido a hablar de mi libro” o “Partido a partido”. Frases que apenas pueden responderse. Sentencias que posibilitan que expresiones impertinentes, difíciles de soltar en público, marquen la situación, sin que parezca tan agresiva la expresión. Frases, todas ellas, que tienen un poder pragmático impresionante porque tienen un gran poder simbólico: todos las entendemos y, sobre todo, las comprendemos. Pues esta es la materia de los memes.

De nuestra cultura oral

En un principio, los memes tienen una relevante composición oral. Eran exclamaciones que resonaban en nuestra cultura oral. Parecían constituirse en paradigma de la segunda oralidad, según feliz expresión de Walter Ong. Es decir, frente a la denominada sociedad de las imágenes, lo oral recobraba fuerza. Como en los tiempos previos al desarrollo de la imprenta. Paulatinamente han ido ganando en iconicidad. Aunque la dimensión oral sigue siendo importante, la imagen se ha ido imponiendo a la palabra. En especial, cuando, además, hay una intención artística en los mismos.

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Volviendo a los orígenes de la cultura meme, su materia prima derivaba de actuaciones, presentaciones en público, de grandes comunicadores. Si el buen comunicador es el que consigue imponer su discurso, el buen comunicador de hoy es el que consigue que sus mensajes se conviertan en memes y que, además, se reconozca esa competencia memética.

Los tuits ocurrentes

Después vino la circulación de memes ya creados directamente en las redes sociales, que no necesitaban siquiera esa manifestación general conocida por todos y que se había popularizado. Después, vinieron los tuits ocurrentes. Originales, sí; pero siempre con guiños a una cultura compartida.

La complicidad cultural entre emisor y receptores es tan imprescindible como la que puede haber en un guiño: hay que compartir la misma cultura –e incluso a veces la misma situación cultural para diferenciar un guiño de un tic. Ha de existir una interpretación densa de ese cerrar de un ojo, tomando el concepto de descripción densa del antropólogo social Clifford Geertz, que pone justamente como ejemplo el guiño de su hacer en La interpretación de las culturas.

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Pues bien, el meme adquiere sentido en una cultura muy densa, llena de imágenes y manifestaciones culturales compartidas prácticamente por todo el planeta. Precisamente porque se comparte en un inicio, se puede llegar a compartir hasta el infinito…. “Y más allá”.  Su audiencia es planetaria. Por lo tanto, también lo es su potencial mercado.

El meme de Gucci

A partir de aquí vino una discusión que podía resumirse en si un meme nace o se hace. Es decir, si su esencia estaba en que originalmente debía aparecer, de forma más o menos espontánea, en los medios de comunicación masivos, especialmente la televisión. La discusión sobre si era un meme un mensaje que no parte de un mensaje ampliamente difundido. Por ejemplo, el debate sobre si un eslogan es un meme o si un meme puede utilizarse como un eslogan. De hecho, hay atrevidas marcas que se han sumergido en el marketing de memes a través de las redes sociales. Tal vez el ejemplo más ilustrativo es el de Gucci.

Realmente, no hay acuerdo a la hora de definir qué es un meme, más allá de su catalogación como “unidad cultural”. Los expertos, porque ya hay expertos en la cosa, han dibujado las lógicas sociales que atraviesan los memes: multimodalidad (varios modos de expresión o representación), reapropiación, resonancia, colectivismo y difusión. Todas ellas son importantes. Pero es seguramente la última la que pone el dedo en la llaga. Un meme es un meme si consigue una amplia difusión. Puede decirse que los otros aspectos son necesarios para que nazca el meme. Pero insuficientes. Un meme es un meme cuando conecta con mucha gente. Cuando conecta a mucha gente.

Carácter viral

Los expertos están de acuerdo en algunas de sus características. Una, ya dicha, su carácter viral, especialmente a través de las redes sociales. Se difunde-contagia a gran velocidad. La otra, el salto desde el lugar o contexto donde surgió el mensaje original hacia los más diversos lugares y contextos. También puede apreciarse aquí su carácter viral. Como los virus salta de unas especies a otras. La otra es que adquiere una especie de autonomía, de manera que incluso se va modificando. Del mismo meme existen muy distintas variedades. Como los propios virus, experimentan transformaciones genéticas que llevan a otras variedades. Así, cuando una vacuna parece controlarlo todo, surge una nueva versión del mismo virus. Del mismo meme, cuando ya parecía algo próximo a lo tópico y, por lo tanto, sin aportar novedad alguna, surgen nuevas variedades capaces de sorprendernos.

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Ese carácter autónomo y colectivo nos convierte a casi todos en miembros de una misma comunidad, que comparte una misma cultura. Eso, a su vez, oculta el trabajo de creación. Es más, tienden a hundirse en el anonimato. Sabemos de quiénes los recibimos; pero muy raramente quiénes son sus creadores. Pero esto es lo que parece que está cambiando.

El meme Nyan Cat y los 600.000 $

Desde hacer relativamente algún tiempo, existen plataformas digitales que pagan por sus contenidos de éxito. Cuando el contenido se trata de páginas de memes, pues reciben el mismo trato. Es la lógica de los influencers. Es una forma de monetizar el trabajo creativo.

Con los NFTs la cosa se ha disparado. El pasado mes de febrero, el meme Nyan Cat consiguió recaudar casi 600.000 $. Ya en marzo, el muchacho que creó el meme Bad Luch Brian obtuvo 36.000 $. Consiguieron transformar el mensaje en cripto-arte y subastarlo como NFT.

Blockchain y trayectoria vital de los memes en NFTs

Más allá de tan exorbitantes precios, parece abrirse una senda muy atractiva para la monetización de este trabajo. Con los NFTs y gracias a blockchain, la firma de los autores y de los “reautores”, como aquellos que trabajan sobre memes ya realizados, queda registrada. De hecho, queda registrada la trayectoria vital del meme y, así, la posibilidad de compensar a la cadena de autores por cada intercambio que produzca. Cuando se apropien de ellos los medios de comunicación. Cuando los adquiera un coleccionista. Cuando la risa se toca con el arte. Cuando lo popular se toca con lo cool. De alguna forma, parecen haberse cumplido las propuestas del arte pop y esa desvergonzada y atrevida suplementación entre arte y mercado.

Escrito en homenaje del profesor Jorge Lozano, quien mostró cómo el ejercicio semiótico podía convertirse en negocio

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Javier Callejo
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