Que la IA denominada AGI entienda los chistes no da ninguna risa
Que la IA denominada AGI entienda los chistes no da ninguna risa

Que la IA denominada AGI entienda los chistes no da ninguna risa

Se habla mucho estos días sobre la posibilidad de que OpenAI tenga entre manos una IA denominada AGI, una inteligencia artificial con sentido común y capaz de aprender de manera autoevolutiva. Es decir, de aprender de su relación con el entorno y no solo de la programación previa.

Geoffrey Hinton abandona Google para opinar de la IA con libertad

IA AGI

Geoff Hinton ha llegado a ocupar la portada de medios de comunicación por abandonar su colaboración con Google y sus avisos sobre los peligros de la IA, inteligencia artificial. Se trata de uno de los pocos hombres que, tras la gran triada de lanzadores de la IA, puede considerarse padre de la actual inteligencia artificial. Esos tres lanzadores fueron John von Neumann, Alan Turing y Claude Shannon. Pero fue Hinton quien apostó por fundamentar la IA en las redes neuronales.

Fue Hinton quien puso en marcha el concepto, para la IA, de “aprendizaje no supervisado”. Todas estas cosas son ya historia de la IA. Como también lo es que empezó su relación de colaboración con Google como “interno en prácticas”. Era el verano de 2012 y Hinton tenía 64 años y el reconocimiento absoluto del mundo científico. Con mucho humor, señaló que sus compañeros, mucho más jóvenes que él y que no le reconocieron, lo veían como: “geriatric imbecile”.

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Parece que no le ha faltado el sentido del humor a Hinton. Pero ha sido el sentido del humor una de las razones que lo ha llevado a ponerse y ponernos en alerta con respecto a la IA. Por lo visto, hace unos meses, Geoff pidió al modelo de IA que le explicase un chiste. Algo que parecía inaccesible para la IA. La ambigüedad, negociación y, sobre todo, densidad cultural que se encuentra tras la mayor parte de las bromas y chistes, parecían estar fuera del alcance de la IA.

Siguiendo un ejemplo ofrecido por el antropólogo social norteamericano Clifford Geertz, las IA estaban programadas para entender el cierre de un párpado como una reacción consciente. Tal vez como un tic. Pero no como un cómplice guiño. Sin embargo, quedó paralizado al recibir una clara explicación de lo que hacía a ese chiste divertido.

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Como los humanos

Para él, el enfrentamiento de la IA con los chistes era una especie de test. De prueba de contraste. Creía que se tardarían muchos años en que la IA llegase a dominar los chistes. Al observar cómo la IA era capaz de hacerlo, sintió que, como aquel paso de Neil Armstrong, la máquina había dado un paso de gigante. Había adquirido su autonomía. Había conseguido ser tan humana como esos humanos, demasiado humanos, que hacen y entienden bromas y chistes. Como los que se ríen. Pero esta vez Geoff Hinton no se rio. Se acabó su colaboración con Google, que había empezado con la broma de establecerse bajo la figura de un recién titulado en prácticas.

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