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El poder de Elon Musk sobre las criptomonedas en Twitter, un caso a estudiar

Desde su perfil en Twitter, Elon Musk ha colaborado a que las cotizaciones de algunas criptomonedas, como  bitcoin y, sobre todo, dogecoin se dispararan. Una voz y la economía especulativa se acelera. Algo que, en sí mismo, enciende las alarmas sobre los poderes que se encuentran tras las criptomonedas, sobre lo que las hace subir y bajar. A veces, como en una montaña rusa.

¿Grandes fondos institucionales? ¿Movimientos, más o menos oscuros, de unas criptomonedas a otras? ¿Temores ante nuevas crisis financieras? ¿Consejos desde medios de comunicación o perfiles específicos en redes sociales? ¿Propuestas de acción desde comunidades que interaccionan en esas redes sociales, como vimos la semana pasada con respecto a algunas criptomonedas?

Elon Musk y las criptomonedas

Musk pasa por excéntrico. Alguien que se sale del centro. Casos como el suyo, me interesan menos por sí mismos, como porque ponen ese centro en el foco, lo que socialmente se admite y lo que no. Sobre todo, revelan aspectos relevantes de cómo funcionan las sociedades. Es una obviedad, pero Musk tiene montañas de seguidores. Tal vez este capital, que podemos denominar provisionalmente como capital-audiencia, tiene, al menos, tanta importancia como su capital en títulos financieros y cuentas bancarias. Los seguidores-en comunidad se han convertido en un activo de primer orden. Sobre todo, si se trata de comunidades tan intensas y activas, como las que se encuentran en el ecosistema de las criptomonedas.

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Elon Musk es el hombre más rico del mundo. A lo peor, es el segundo o tercero más rico. Aunque es tanta la distancia social de su fortuna, que realmente da igual. Es más, la actual ostentación de las fortunas, puestas de manifiesto en rankings de cifras astronómicas, aumenta geométricamente tal distancia social. Como señaló Thorstein Veblen, la ostentación siempre ha estado entre nosotros. En la sociedad norteamericana que analizó desde sus raíces noruegas, la ostentación se manifestaba en el lujo, el ocio y el ejercicio del gusto exquisito y las reglas de comportamiento. Él, que murió en Palo Alto, antes de que el poder del silicio heredara el poder del oro, se quedaría perplejo ante las nuevas formas de ostentación en campeonatos de Forbes, Fortunes o Bloombergs. La competición, que él fijó en los grandes salones, parece haber tomado definitivamente las características de una competición deportiva, en la que cada temporada tiene su vencedor de la liga de la ostentación.

La élite global

Musk forma parte de la reducida élite global, tanto por su dinero, como por sus mensajes. Incluso por su desnacionalización. Primero, sudafricano, después canadiense y estadounidense. Ha hecho evidentes esfuerzos para conseguirlo, como es entablar agrias discusiones con los que ya formaban parte de esa élite, como Bill Gates. En cierta forma, puede decirse que se ha convertido en un símbolo de esa escogida élite global. Eso sí,
haciendo continuos guiños a las distintas comunidades digitales. Un símbolo que alcanza a una comunidad que, en principio, parece estar lejos de esa élite, como es la comunidad de las criptomonedas.

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Voy a hablar ahora de otro personaje, que parece muy alejado de los brillantes escenarios de Elon Musk. Me refiero al sociólogo alemán Max Weber. Durante el año pasado se cumplió el centenario de su muerte. Si relativamente fue poco afortunada su trayectoria vital, atravesada de depresiones, la pandemia ha diluido la sucesión de ejercicios de reflexión de su obra, que se esperaban a la luz que dan los cien años desde su fallecimiento. Son múltiples sus aportaciones, pero aquí cobra pertinencia su tipología de dominaciones.

Dominación carismática

Weber entendía como dominación, que no es exactamente poder, la probabilidad de que un colectivo de personas obedezca determinadas órdenes. Por supuesto, sin utilizar directamente la violencia física. Es más, pueden entenderse los tipos de dominación weberianos como formas de gestión de la fuerza simbólica, que es otro tipo de fuerza distinta de la física, aun cuando puede estar articulada a ésta en el ejercicio del poder. Con la fuerza simbólica, la dominación se convierte en dominación legítima.

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La dominación carismática tiene su base en las características atribuidas a una persona o grupo de personas. En cuanto a la dominación tradicional tiene sus raíces en la fuerza simbólica que adquieren las tradiciones, que alcanzan el lugar de lo sagrado, de lo indiscutible. La dominación raciona-legal hace referencia a un ejercicio del poder establecido sobre un ordenamiento, lo que dicen las normas que se ha dado una sociedad para regirse. Según Weber, este último tipo de dominación es el que caracteriza a nuestras sociedades modernas, adquiriendo una lógica impersonal, donde la administración burocrática del poder se impone. Algo que conlleva la propia subordinación de quienes ejercer el poder a ese sistema de normas. Su mayor reflejo está en el Estado de Derecho.

Elites societarias y cuturales

Sin embargo, hace un siglo que se publicaron –en buena parte, póstumamente- las reflexiones de Weber. Aun cuando ya los medios de comunicación, especialmente los periódicos, eran importantes, no tenían la capilaridad social que hoy tienen. En aquellos tiempos, los medios de comunicación vinculaban y establecían una especie de red latente entre las élites societarias: políticas, empresariales, comerciales y, sobre todo, culturales. Tras esas élites, pero muy lejos de tal red, crecieron las masas alrededor de los centros de producción –fábricas con producción en cadena- y de consumo. Unas masas descontentas, concentradas y accesibles a través de otros medios distintos a la más o menos pausada lectura de periódicos que
fundamentaba el orden legal-racional, como era la radio, ofrecieron la oportunidad para el abrupto regreso de la dominación carismática.

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Un regreso que se hacía contra la propia dominación legal-racional, contra el orden establecido de Estado de Derecho, y la dominación tradicional, pues se prometía un esplendoroso futuro y no una vuelta al pasado. Pues bien, estoy seguro que Weber tomaría la figura de Musk y la función de las redes sociales, para replantear su tipología sobre las formas de dominación.

La extensión del uso de las redes sociales parece estar dando origen a un nuevo tipo de dominación. Aun cuando pueden reconocerse rasgos de la dominación carismática y está lejos de la impersonalidad de la dominación legal-racional, no parece justo catalogarla como tal dominación carismática. Tiene rasgos diferenciales, como el hecho de que algunas de sus figuras tienen prédica en las redes sociales por su éxito en otros campos. Destacan el campo del deporte, la música popular, la televisión o incluso la política y la economía.

Dominación postsocietaria o neocomunitaria

En todo caso, podría hablarse de dominación postsocietaria o neocomunitaria, en la medida que, a través de estas redes sociales construyen tal carisma. Sin embargo, son las propias comunidades, en tales redes sociales, las que llevan a cabo la dominación. Las que evalúan, juzgan y, a veces, deciden tomar acciones, aun cuando tales acciones sobrepasen los límites del orden legal, como ha ocurrido con el asalto al Capitolio a principios de este año. Comunidades que pueden ordenarse alrededor de una figura. Mejor dicho, de un perfil o una cuenta. Ya sea en Twitter, Telegram o Reddit. Un perfil al que se reconoce una mayor capacidad de análisis o un talento especial, por lo que sus mensajes adquieren mayor valor.

El poder está en la comunidad

Pero es la comunidad la que decide y actúa. Raramente se dan órdenes desde tales perfiles preferentes. Se emiten juicios, a veces consejos, de gran valor entre la comunidad. Mensajes como uno de los últimos de Musk en Twitter: “No highs, no lows, only Doge”. Resultado: la cotización de dogecoin subió un 273%. Y eso que los mensajes de Musk, mezclados de un humor distante, no son precisamente claros. Está desarrollando la retórica de las nuevas formas de dominación, adaptadas a estos canales.

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Buena parte del valor de los mensajes de Elon Musk se debe a su éxito como empresario. Muy pocos llegan a ser los más ricos del mundo. Pero su poder está en la comunidad. Algo de lo que parece haberse dado cuenta Musk: el poder está en las nuevas comunidades. Lo social, está en estas comunidades. Muchas de ellas, sin valores, sin referencias más allá de los instintos colectivos, de su fuerza de no pretender nada; pero reaccionar a casi todo. Es donde está el poder. En otros lados, el poder agoniza, como supo ver Baudrillard poco antes de morir y nos vuelve a traer Cristina Santamarina en La agonía del poder.

Foto: perfil de Twitter de Elon Musk

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Javier Callejo
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