Criptomonedas y la compra de tiempo por los Estados
Criptomonedas y la compra de tiempo por los Estados

Criptomonedas y la compra de tiempo por los Estados

La deuda pública de los países sigue en aumento. De alguna manera, se trata de cierta cesión de soberanía de las naciones en favor de los particulares que la adquieren. Particulares que pueden estar distribuidos por todo el planeta, aun cuando más o menos coordinados por los gestores de fondos que, a cambio de comisiones, generan expectativas de rentabilidad.

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Criptomonedas y Estados

Los particulares buscan esa rentabilidad con el trozo de soberanía que adquieren, por ínfimo que sea este trozo, y presionan, directa o indirectamente, ordenando comprar o vender, sobre quienes gobiernan en esas naciones soberanos para que lo hagan protegiendo, al menos, tales rentabilidades. Esa soberanía que sostiene gobiernos y monedas nacionales puede, entonces, tambalearse. Se entra en un círculo vicioso para la deuda pública. Es el momento en que se puede hacer girar la mirada de los inversores hacia otro lado, como es el lado de las criptomonedas, como un mirar a un espacio sin Estado y, por lo tanto, sin deuda. Al menos, sin deuda pública.

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Será el mercado el que decida si las criptomonedas han ganado la suficiente confianza, como para imponerse en el mercado de la inversión a otros productos, como son las monedas fiat o la propia deuda pública. Tal vez sea ahora el momento de la reflexión. De una reflexión fría como a la que invita el invierno cripto, que parece estar consolidándose como era glacial.

No entiendo a quienes se convierten en portavoces de lo que piensan los mercados. Los mercados no piensan, actúan. Dicho con mayor precisión: reaccionan. Por eso, puede llegar a ser hasta divertido ver la interesada disputa a la hora de interpretar la reacción de los mercados ante las decisiones que tomó Mary Elizabeth Truss, más conocida por Liz Truss y efímera ex-Primera Ministra del Reino Unido.

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Teoría del caos

Para las posiciones ideológicas y políticas de izquierda, lo que hizo reaccionar a los mercados fue la decisión de bajar los impuestos. Para las derechas, fue el enorme gasto social, concretadas especialmente en ayudas a las familias para afrontar los costes de la energía. Posiblemente sea una articulación de las dos decisiones, pues la conjunción de ambas conducía a un enorme aumento de la deuda pública. Lo más llamativo es cómo desde ambas posiciones políticas se da la razón a los mercados. Haga lo que haga, el mercado es incuestionable. Otra cosa pueden ser las consecuencias de esas acciones de los mercados.

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Los mercados seguirán igual. Atentos a todo lo que pueda subir o bajar la rentabilidad de sus adquisiciones. Algo que, dada la complejidad de nuestros días, es como decir que atentos a todo. Recuerden una de las metáforas de la teoría del caos: el aleteo del vuelo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo. Si hay algo especialmente caótico, entendido esto sin cargas morales, son los mercados, con una amplia susceptibilidad a los cambios.

Deuda insostenible

Los mercados están siempre dispuestos a reaccionar a la mayor rapidez posible por la menor variación ocurrida en el mundo. Y como están dotados de la máxima racionalidad práctica, donde no parece mediar subjetividad o desvío psíquico alguno, sus reacciones sirven a los expertos para interpretar todo aquello que se les encomiende interpretar. A veces sin saberlo, como ocurre con algunos comentaristas de izquierda supuestamente antiliberal, hablan desde el sagrado reconocimiento del poder y suprema razón del mercado. Es más, despliegan la supuesta razón de Estado a partir del ajuste de ésta a la razón de los mercados. Son liberales sin saberlo. Especialmente cuando les conviene para sostener sus argumentos. Lo que dice poco de sus argumentos.

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En el caso de los mercados y las decisiones del gobierno de Truss, lo que parece que a todas luces explica la reacción de los mercados es el temor a una deuda pública insostenible. Ante tal posibilidad, lo mejor es deshacerse lo antes posible de esa deuda y exigir precios altos en la que nuevamente se vaya emitiendo. Lo que puede resumirse en que la confianza en la capacidad financiera del país cae. Con ella, el valor de la moneda del país. Léase la libra esterlina.

No son pocos los analistas que vienen anunciando desde hace tiempo que, junto a la geopolítica de las materias primas, el gran problema económico del futuro próximo será el de la deuda de las naciones. Esta ha venido creciendo a grandes pasos, especialmente a partir del enorme gasto que ha supuesto la lucha contra la pandemia.

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Comprar tiempo

Ante tal problema la única política que se está llevando a cabo es la de comprar tiempo, como dice el título del sociólogo alemán Wolfgang Streeck, Buying Time, centrado precisamente en la deuda pública como gran reto histórico del capitalismo. Parece que el problema estallará más pronto que tarde y, con él, la confianza en las distintas monedas y en el sistema monetario en general. Es aquí donde se abre la oportunidad para las criptomonedas.

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Los Estados son conscientes del arriesgado horizonte. Tal vez por ello actúan con resistencia hacia las criptomonedas. Se sienten incómodos ante la vista de un visitante que puede estar señalando sus debilidades. De momentos, las han empujado hacia la hibernación.

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Javier Callejo
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