WorldCoin dispara sobre la explotación de nuestra identidad inamovible
WorldCoin dispara sobre la explotación de nuestra identidad inamovible

WorldCoin dispara sobre la explotación de nuestra identidad inamovible

WorldCoin es el proyecto cripto planteado por Sam Altman, cofundador de OpenAI. Se trata de un proyecto con varias caras. Por un lado, crear un sistema de identidad digital fundamentado en el iris, la IA y la criptografía. Un sistema de identidad biométrica que permite realizar transacciones con bastante seguridad, ya que la suplantación es -hoy por hoy- prácticamente imposible. Algo que, a su vez, podría extenderse a otros ámbitos, como la evitación de identidades y cuentas falsas en redes sociales.

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WorldCoin

Por otro lado, WorldCoin es un token. Una moneda cripto a la que, en principio y a falta de detalles más concretos, se podría acceder inicialmente de dos maneras. Adquiriéndola en los distintos mercados en los que cotizara o, de forma gratuita, con la cesión del iris. En este segundo aspecto es donde salta la controversia y los debates éticos. El objetivo del proyecto es conseguir un registro masivo de iris, a partir del atractivo de la recompensa tokenizada. Como la persona receptora estaría, a partir de entonces, registrada con su identidad-iris, no podría recibir dos o más veces tal recompensa. La pregunta es ¿cómo y quién gestionaría tales registros de las identidades-iris?

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Actualmente, el ambicioso proyecto WorldCoin, en el que se mezclan algo confusamente el altruismo y el interés comercial, acaba de lanzar su app para smartphones llamada World App. Una especie de nuevo impulso, tras encontrarse en situación de aparente lento crecimiento desde 2021. No obstante, su plataforma tiene ya registradas a más de millón y medio de personas, según dados de la misma, y cuenta con el apoyo de inversores y actores del ecosistema tecnológico relevantes. Tal es el caso de Hoffman, cofundador de Linkedin, o Erhsam, cofundador de Coinbase.

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Como nos enseñaron en el colegio, el iris es la parte coloreada del ojo, cuya función principal es controlar la cantidad de luz que entra en la pupila. Ahora bien, lo más interesante para el proyecto es que contiene patrones únicos y diferentes para cada individuo. Estos patrones únicos del iris pueden ser capturados mediante imágenes digitales, con una cámara especializada. A partir de aquí son procesados con algoritmos de reconocimiento de patrones y técnicas de IA para obtener características distintivas.

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Los métodos criptográficos podrían, inicialmente, generar una especie de plantilla que represente los rasgos distintivos del iris de cada persona. Después, servirían para proteger esa información. Es decir, la combinación de IA y métodos criptográficos permitiría garantizar la identidad de los datos biométricos registrados, así como proteger frente a accesos no autorizados o manipulaciones a los mismos. Nuestra identidad estaría en nuestro ojo. De momento, no se dice nada si estará también toda la historia de lo que hemos visto con ellos. Incluido, claro está, eso que otros no han podido ver.

Las alarmas saltan cuando aparecen las posibles comercializaciones del proyecto. Sobre las dudas de qué ojos -comerciales, institucionales, administrativos- podrán acceder a nuestros ojos registrados. En estrecha relación con esto, qué otros datos o registros se vincularán con estos datos de identidad-iris.

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El corazón del proyecto, como de otros muchos proyectos semejantes, está en el establecimiento de una especie de identidad raíz sobre la que vincular otras dimensiones (explotables) de la identidad. Una base sobre la que erigir otras informaciones biométricas: altura, peso, edad, sexo, temperatura corporal, fatiga, etc. Pero, también, alimentos preferidos, gustos culturales o vestimentarios, y, por extensión, el conjunto del estilo de vida. Eso que nos sitúa, según nos dice el sociólogo Pierre Bourdieu en La distinción, en las posiciones y trayectorias en la estructura social.

Explotación de la identidad

Una vez capturada la identidad-iris podría ser explotada. Comprobada, como herramienta de acceso, a través de aplicaciones situadas en millones de cámaras-pantallas, situadas en el teléfono móvil, en el ordenador personal, en las pantallas de televisión, en las de cine, en los escaparates, en los rincones de las tiendas. Así se irían acumulando datos sobre nosotros, con los pálpitos internos y con lo que se presenta ante nuestros ojos.

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El iris se convierte así en una especie de santo grial de la identidad. Esa identidad perdida por el anonimato masivo sería recuperada por un caballero de corazón puro, como dice la leyenda. Un caballero llamado Sam Altman que nos recompensaría, por tal encuentro, con un ingreso básico. Una identidad que nos serviría para abrir puertas. Allí donde pusiéramos la mirada y tuviera la aplicación-escáner adecuada. Las puertas de casa, del trabajo, del coche, de la tienda exclusiva. Pero, sobre todo, serviría para abrir la puerta de tu voluntad. Y ahí se abre el peligro.

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Javier Callejo
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