Merkle y su propuesta para solucionar la democracia con una DAO
Merkle y su propuesta para solucionar la democracia con una DAO

Merkle y su propuesta para solucionar la democracia con una DAO

Ralph Merkle es el inventor del denominado Árbol de Merkle, bien conocido por los técnicos del ecosistema Blockchain. El Árbol de Merkle se considera una de las bases fundamentales de esta tecnología. Pues bien, el informático ha acudido al World Ethical Data Forum, celebrado en el World Trade Center de Barcelona, para hablarnos de democracia. Sobre todo, de las soluciones que las DAO pueden ofrecer a las democracias.

La democracia está viva. Aunque los sistemas liberales no parecen andar con buena salud. Es una pena, pues, salvo que se haga una mítica regresión a la excluyente democracia asamblearia de ciudadanos de la Antigua Grecia, no ha habido otra concreción de democracia. Es lo que más se acerca al ideal de democracia. Con sus defectos y malestares, es el marco político institucional que ha permitido, a la vez, desarrollo de libertades y desarrollo económico.

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Merkle, Democracia y DAO

La democracia está viva; pero débil. Se habla de democracia frágil, democracia cansada, democracia débil. Incluso de democracia agotada. Una democracia que parece un organismo con su sistema de defensa muy debilitado. Una situación que se ha acentuado en la reciente sucesión de fenómenos y crisis: globalización, Gran Recesión, pandemia, guerra. Una sucesión que la convierte en un ente muy vulnerable a los diversos agentes patógenos, externos a la democracia. Se trata de distintos virus postliberales, buena parte de ellos pertenecientes a la familia de los populismos.

Tenemos el populismo emocional, que apela fundamentalmente a la identidad y se cultiva en el caldo de la incertidumbre, principalmente cuando ésta deviene en una especie de miedo generalizado: a los demás, a los que vienen de fuera, a la pérdida de empleo, etc. Es el más común y del que prácticamente ninguna sociedad se ha librado, al menos como sombra amenazante, a lo largo de su historia. Se trata de un populismo regresivo, bastante bien analizado, tanto en cantidad, como en calidad. Cabe aquí recuperar la magnífica obra El Miedo a la Libertad, de Erich Fromm, para observar cómo este virus se incrusta en nuestros cuerpos personalizados, a través del cuerpo social.

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Populismo solucionista

El otro virus populista es más reciente, aunque puede considerarse incrustado en nuestra Modernidad. Es un virus que, a diferencia del anterior, se presenta desde la retórica de la racionalidad instrumental con respecto a fines. Donde hay un problema, se plantea una solución instrumental. Da igual lo complejo que sea el problema a solventar o el fenómeno a abordar. Se le planta una inmediata solución. Antes, lo oíamos en su forma tosca en la barra del bar. Cuando alguien decía cosas como: “esto lo solucionaba yo en…”.

Ahora, este populismo solucionista se ha hecho algo más sofisticado. Toma las formas del solucionismo tecnológico, del que nos habla muy crítica -y creo que bastante acertadamente- Evgeny Morozov en su libro: To Save Evrything, Click Here. El cambio climático, se soluciona con el coche movido por el agua o cubriendo el espacio de satélites-paraguas, para que nos den sombra y el sol no nos haga tanto daño. La pandemia, basta con la vacuna ¡y ya está! ¡hasta la próxima pandemia!.

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Democracia con algoritmos

La democracia, se soluciona con algoritmos o procedimientos que nos llevan mágicamente a las mejores decisiones para todos. Como si las mejores decisiones para unos, no fuesen las peores decisiones para otros, pues lo que se dirime en la mayor parte de las ocasiones son intereses en conflicto. Pero estas propuestas se erigen sobre el idealismo de una gran solución preferida por todos, como si fuese una serie de Netflix.

Parece sonar a Gran Hermano que tendríamos que ver la serie XXX porque el algoritmo, que se alimenta de nuestros clicks actuales o anteriores, es lo que considera más justo. Y es que, en democracia, se trata de eso. De valores como libertad y justicia. Relativos a una sociedad y momento histórico determinado. Por lo tanto, siempre discutibles. De aquí la importancia democrática del diálogo y de dar solidez a los marcos en los que poder llevar a cabo el diálogo público con la máxima libertad. Es cierto que parte de este diálogo queda diluido en campañas propagandistas, electorales. Tal vez no sea la mejor forma de diálogo. Pero tendríamos que preguntarnos el porqué de esta tendencia a caer en esta forma de diálogo que, por mucho y furioso ruido en el que se encuentren las campañas, eliminar todo diálogo.

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Una democracia económicamente irracional

Es este segundo populismo progresivo, que mira optimista al futuro, en el que podría encuadrarse la propuesta que Merkle ha planteado esta semana en Barcelona. Para ello, describió a la democracia actual como económicamente irracional, tomando como base la supuesta irracionalidad económica del acto de votar. Ese acto tan cargado simbólicamente que es votar y que se echa en falta cuando está proscrito. Si no, que se lo pregunten a los más mayores en España, que vivieron la mayor parte de su vida sin votar.

La acusación de falta de eficiencia del acto de votar se fundamenta en el enorme coste -en términos de esfuerzo y tiempo- que lleva: “estudiar a los candidatos, sus propuestas”. Esto es caro y exige, siguiendo sus palabras: “campañas sofisticadas de desinformación”. Este es el dibujo de la democracia actual, a lo que añade que, después, los elegidos pueden comportarse sin apenas control por parte de quienes los eligieron.

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Un problema de costes que reposa, siguiendo sus argumentos, en otro problema: los ciudadanos. El problema son los ciudadanos, los electores, que se comportan irracionalmente porque reaccionan impulsados por emociones. Se trata de ciudadanos que no piensan en las razones que causan que sus vidas estén como están. Su conclusión es que no se puede confiar en la decisión de la mayor parte de los ciudadanos, puesto que se trata de una decisión manipulada por quienes llevan a cabo campañas de desinformación.

Democracia DAO

Para solucionar estos problemas, Merkle propone lo que denomina democracia DAO. Se trata de una gobernanza que se basa en los mercados de predicción, con una continua automejora. Aun cuando habría que entrar más en el detalle del funcionamiento concreto de esta propuesta, el informático ofrece algunos rasgos: incentivar económicamente a las personas para que voten, compensando así su esfuerzo para analizar la información.

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A su vez, ello llevaría a los políticos a esforzarse más para realizar mejores propuestas. Es más, las que sean rechazadas, tendrían que mejorarse hasta que obtuvieran el apoyo. Parece que es aquí donde está lo de automejora. A partir de aquí es donde entran las DAO y las criptomonedas, puesto que las mejores ideas serán en las que más invierte la gente, pasando a ser las más rentables, una vez que se imponen a las demás.

Se establece la conexión entre mejor idea, por un lado, y rentabilidad por otra. La mejor idea es la que tendrá mayor rentabilidad y, desde aquí, se da el salto a que será la idea que en mayor medida representa el interés colectivo, de todos. Desde luego, es una peculiar forma de entender la democracia y las mayorías. Por lo que se puede deducir, parece una mayoría de inversores.

Problemas éticos

De principio, aparecen algunos problemas éticos de gran calibre. Uno, el que puede derivarse de los problemas de acceso a este procedimiento, por no disponer del dinero en criptomonedas para entrar en este particular mercado de predicciones. Otro, relacionado con la igualdad, derivado de no quedar claro hasta qué punto los votos corresponden a individuos -manteniendo el ideal de un hombre/mujer, un voto- o a la cantidad de tokens o criptomonedas de que dispongan estos individuos.

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Por otro lado, queda la duda de si esas mejores ideas serían las más justas y responsables, o sencillamente las que se cree que tendrán la mayor aceptación. Por ejemplo, en el ámbito más reducido de una empresa, se puede apostar a que la propuesta de una paga para todos los empleados recabará el mayor número de apoyos. Ahora bien, si la empresa quiebra por no poder producir al mismo nivel que la paga realizada ¿quién se hará cargo de los desperfectos? Pasemos, con el ejemplo, de una empresa a un estado: ¿quién pagará la deuda? ¿los decisores que adquirieron la criptomoneda?

La tecnología puede ayudar. Claro que puede ayudarnos a organizarnos mejor. Pero dudo que el problema esté en una especie de déficit tecnológico, en una insuficiencia sobre el cómo hacer. Entre otras cosas porque tras toda propuesta de cómo hacer hay una concepción del poder. Una manera de entender y ejercer el poder. El que la debilitada democracia liberal pueda ser sustituida por una democracia de mercado algoritmizado funcionando a partir de clicks, por muy descentralizados que sean, es también una manera de entender el poder.

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Para evitar que experimenten con todos nosotros, con las funestas consecuencias que suelen traer estos experimentos, se ruega que vayan experimentando en pequeños laboratorios con seres humanos de verdad. No con sus avatares. Seres humanos de los que tienen emociones -deseos, miedos, identidades y un largo etcétera- e identidades colectivas, que tienen intereses y que están atravesados de conflicto

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Javier Callejo
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