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Distopía Blockchain: smart contracts y trabajo a destajo en competencia global

Existen múltiples proyectos en Blockchain y empiezan a configurarse utopías a partir de Blockchain, pero, tal vez, sea el momento de intuir también alguna distopía Blockchain. Al menos, para estar avisados. Toda gran tecnología, que marca un período notable de la sociedad, tiende estar representada en imaginarias que, a su vez, certifican su propia relevancia en la sociedad. Se han denominado estas fases: proyectiva, utópica y distópica. Se hace aquí un esquemático ensayo de la fijación de Blockchain en cada una de estas fases.

Las fases de las representaciones sociales de las grandes tecnologías que se imponen en los usos cotidianos del mundo pueden dividirse en tres. La primera fase es una fase proyectiva, de proyectos. Es la fase de transferencia de los usos prometedores. Se plantea principalmente para qué nos puede servir o en qué campos puede actuar. Como normalmente las experiencias iniciales de aplicación se dan en un campo de la realidad cotidiana o productiva, esta primera fase consiste especialmente en representaciones que proyectan tal uso en un campo de la realidad a una diversidad de campos.

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Distopía Blockchain

Así, Blockchain se inicia en el lanzamiento de Bitcoin y, al poco tiempo, emergen proyecciones de su aplicación en campos tan diversos como la distribución alimentaria, los seguros, las administraciones públicas, las industrias culturales y del entretenimiento o la propia comunicación. Aun cuando ha de reconocerse el aún limitado uso real de Blokchain, más allá de las criptomonedas y la industria financiera, desde la perspectiva de las representaciones dominantes sobre esta tecnología, puede decirse que esta fase ya se encuentra bastante madura.

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La segunda fase y que viene a constituir una especie de certificación de la relevancia de esa gran tecnología, consiste en una representación tal de su uso que, ya no sólo se hace sistemático, sino que parece que la lógica de la tecnología ordena el mundo en general y el orden social en particular. Parece que nuestras relaciones sociales y productivas quedan ordenadas por esa tecnología. Desde un punto de vista retrospectivo y como nos apunta el antropólogo social Marvin Harris, los antiguos grandes imperios eran sociedades hidráulicas. Es decir, se erigían sobre las tecnologías de la eficiencia en la gestión del agua.

Imaginarios utópicos

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Más cercanamente, hablamos, por ejemplo, de sociedades fordistas, en cuanto una técnica de gestión de la producción de bienes –la producción en cadena- se extendía como modelo organizativo a todos los órdenes de la sociedad: productivo, consumo, cultural, etc.. No obstante y más allá de las concreciones a lo largo de la historia, tales representaciones del mundo ordenados por una tecnología tienen su principal nicho en los imaginarios teóricos o en los imaginarios utópicos, a los que cuesta diferenciar mutuamente en muchas ocasiones. Puede decirse que ambos tipos de imaginarios están atravesados por la esperanza.

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Imaginarios teóricos pertenecientes a esta segunda fase los encontramos, por ejemplo, en construcciones como la de “sociedad red”, del actual ministro español de Universidades Manuel Castells: se dibuja la sociedad, sus formas de producción o las formas de relacionarnos, bajo la lógica que se extrae del funcionamiento de internet. Con respecto a Blockchain, pueden incluirse ya en este marco trabajos como el de Michael Casey y Paul Vigna: «The Truth Machine». Su subtítulo es ya una declaración de lo que estamos señalando, de cómo todo queda ordenado bajo la lógica con la que se dibuja Blockchain: The Blockchain and the Future of Everything.

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Imaginarios distópicos

Estos modelos imaginarios suelen tener una función que lingúistas y sociólogos denominamos performativa. Es decir, son modelos que intentan llevar a la acción, provocar que los distintos actores –económicos, políticos, culturales, etc. actúen en su favor. En algunos casos, llevan a revoluciones o intentos de alcanzar el poder político para concretar el modelo imaginario que se había constituido en utopía. De esta imposición utópica a la concreción distópica suele haber poca distancia. En otras, los modelos quedan como horizontes en los que inscribir posibles políticas públicas.

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La tercera fase de las representaciones acoge los imaginarios distópicos, de los que especialmente se nutre la ciencia ficción. Esa gran tecnología, por sí sola o en articulación con otras, es considerada la causante de una forma de sociedad no querida, rechazable. Por ejemplo, la tecnología vinculada a la energía nuclear ha tenido especial protagonismo en esta literatura distópica. Ya sea por la vinculación entre tecnología nuclear y guerra, tras los horrores de Hiroshima y Nagasaki; ya sea por una especie de convergencia histórica con la extensión de una alfabetización generalizada y la consecuente apertuar de la movilidad social, que condujo a un realtivamente amplio consumo de esta literatura de ficción; o porque esta tecnología estaba en el medio de buena parte de ese momento histórico que se etiquetó como de guerra fría, lo nuclear enraizó negativamente en la estructura básica de nuestras representaciones.

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Blockchain, alejado de la distopía

Puede decirse que Blockchain se encuentra, en la actualidad, alejado de esta fase distópica. A pesar del esfuerzo de algunos gobiernos e instituciones por teñir esta tecnología con las amenazas del desorden, que se derivaría del uso extendido de las criptomonedas, no llegan a configurarla como ordenando el mundo negativamente. Todo se andará y creo que sin tener que esperar demasiado. De hecho, pueden apuntarse algunas sombras, mucho más del lado de las intuiciones, que de un razonamiento sistemático.

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Para apuntar potenciales claves distópicas piénsese en el lugar del trabajo y las relaciones, que no sin duda jurídica podríamos seguir denominando laborales. Hay que anotar que el lugar del trabajo es lo que principalmente diferencia las ficciones utópicas, de las distópicas. En las primeras, el trabajo, al menos como sufrimiento o castigo, desaparece. Lo que se hace, tiende a hacerse por placer y con placer. Sin embargo, en la mayor parte de las distopías el trabajo tiende a aparecer bajo la figura de la servidumbre o de un orden burocrático-racional sin libertad alguna (Un mundo feliz, de Huxley; 1984, de Orwell, por ejemplo).

Contratos laborales bajo la lógica de Blockchain

¿Cuál podría ser el lugar distópico del trabajo en Blockchain? Esta tecnología parece focalizada en el registro de objetos, apuestas, contratos o transacciones. Pero detrás de tales registros hay sujetos. Pero ¿qué ocurriría si todos los contratos “laborales” quedasen configurados bajo la lógica de los contratos en Blockchain? Posiblemente, aun cuando se trata sólo de intuiciones, el pago quedaría vinculado por esos contratos automatizados e inteligentes (smart contracts) a la constatable realización de tareas, servicios o entrega de productos. Tal vez, al hecho, como ocurre ahora con algunos videojuegos establecidos sobre alguna blockchain, de realizar tales tareas, servicios o entrega de productos antes que otros. Es decir, en competición con otros. Una especie de trabajo a destajo en competencia global.

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El gran consuelo de ver el mundo en sucesivas fases es que, para alcanzar esta tercera fase distópica, hay que pasar antes por las fases proyectiva y utópica. Blockchain está aún lejos de la fase distópica. Domina en la representación de esta tecnología su carácter proyectivo, la fuerza para trasladar su lógica de unos campos a otros.

Imagen de Jeff Prager en Pixabay

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Javier Callejo
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