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Blockchain, primera tecnología sin territorio y cosmopolita

Si nos preguntaran un lugar con el que identificar la tecnología Blockchain, seguramente nos costaría. Tal vez nos vengan al pensamiento aquellos países donde las criptomonedas han encontrado más utilidad. Casi siempre, países con monedas fiat débiles y de alta volatilidad. Quizá, también recordemos algún centro financiero. Incluso es posible que nos fijemos en Davos, en la medida que El Foro Económico Mundial ha puesto Blockchain en el centro de la cuarta revolución industrial. En cualquier caso, Blockchain aparece como una tecnología cosmopolita y difusa por todo el planeta. En su carencia de lugar, puede que tenga su fuerza. Su carácter desterritorializado la convierte en la más cosmopolita. De ahí la sospecha que tienen sobre ella unas entidades, como lo Estados, fuertemente basados en el concepto de territorio.

Blockchain, tecnología cosmopolita

Buena parte del halo carismático que rodea las actuales grandes empresas tecnológicas se concentra en el mito Silicon Valley. En nuestro imaginario se nos aparece como un punto para el peregrinaje tecnológico en el que hay que bautizarse. Como si no se pudiese ser nada en el mundo tech si no se pasaba por ahí y sus empresas. Si, al menos, no se había participado en algún intento de tocar el cielo tecnológico. Como en tu tarjeta de visita ponga una dirección de Silicon Valley, tienes media puerta abierta. Eso, aunque la dirección coincida con una caseta de perro.

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El atractivo de Silicon Valley no está en el verde de sus praderas, sus montañas o el agua cristalina que fluye por sus cristalinos ríos. Está en ser el escenario de historias que toman la forma de cuento. De historias que narran como surgieron de la nada empresas como Apple, Facebook o Google. Unos cuentos muy parecidos a los que movieron a millones de personas hacia California cuando la denominada fiebre del oro. Una fiebre que movió mucha gente y, sobre todo, millones de toneladas de tierras y de ilusiones. Silicon Valley es uno de los pocos sitios que ha acogido los sueños de éxito en nuestra posmodernidad.

En aquellos momentos épicos del último cuarto del siglo XIX, en los que se corría con una pala y un Levi Strauss para hacer realidad esos sueños, la fuerza estaba en las ganas de triunfar y los pantalones. Pero, por supuesto, no era oro todo lo que corría por ese territorio. Como ponen de relieve las crónicas y, sobre todo, como hemos visto en cientos de pelis, había violencia, fraude, robos, prostitución y, en general, poca preocupación por lo que pudieran decir leyes, normas y regulaciones. Que haberlas, las había. Había leyes en ciudades sin ley.

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Tampoco todo es oro –triunfo, talento- en Silicon Valley. Lo hemos visto, en plan comedia, en la serie televisiva del mismo nombre. Ahora puede leerse esa cara oscura en el libro de Anna Wiener: Valle inquietante. Siempre la realidad es otra; pero ahí está Silicon Valley como el centro del imaginario tech, aunque sus empresas ya no fabriquen allí. Hasta la propia fábrica de Levi Strauss hace ya algunos años que se marchó de California para producir en países con mano de obra más barata.

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Tecnología descentralizada sin centro de gravedad territorial

Sin embargo, Blockchain todavía carece de un lugar donde acunar sus sueños. En la historia que nos ha contado Camila Russo (The Infinite Machine) esta tecnología parece más la protagonista de una road movie. Sus personajes van de aquí para allá, en encuentros esporádicos que anudan –a veces rompen- relaciones virtuales. Es como si su sitio fuese el mundo, concretando estos personajes una especie de ideal cosmopolita, como ciudadanos del mundo. La tecnología descentralizada no parece tener un centro de gravedad territorial permanente. Tal vez y pensándolo bien, es lo más apropiado para una tecnología descentralizada, no estar centrada, ni siquiera territorialmente. Sin embargo, como podría cantar el recientemente fallecido gran Franco Battiato, hemos sido socializados en la búsqueda de ese centro de gravedad permanente. Y, en la mayoría de los casos, nos gusta ponerlo sobre el globo terráqueo que nos regalaron cuando éramos niños.

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Algunas de las empresas más relevantes del ecosistema Blockchain, residen en la propia estela del mito de Silicon Valley. Es el caso de la originalmente californiana Coinbase. Pero esto es como vivir en un mito alquilado. Está bien momentáneamente, haciendo de la necesidad virtud, hasta que uno logra independizarse. Otras, como Binance, parecen haber hecho de una especie de no-lugar su referencia territorial. Sus manifestaciones institucionales, como: “en cualquier lugar” o “libertad global”, hablan más de un no-lugar, que de una ubicación.

Zug, Suiza y Blockchain

En estos momentos, Zug, en Suiza, es una de las principales candidatas para ocupar ese lugar de referencia en Blockchain. Además de contar con bajos impuestos, hay un entorno favorable regulatorio con respecto al uso de las criptomonedas, que lo ha convertido en un territorio atractivo para poner en marcha la industria de las finanzas descentralizadas. Tal vez el problema es que acumula bastantes connotaciones de la categoría paraíso fiscal. Y uno piensa en clave de paraíso para descansar, para retirarse o para registrar una empresa “poco transparente”; pero no tanto para poner la semilla de una trayectoria personal y empresarial triunfal.

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El otro centro productivo y fabril de referencia en el ecosistema Blockchain ha sido China. De mano de la minería, nos imaginábamos humeantes chimeneas y enormes granjas de minería Blockchain. No es que tuviese un gran atractivo, como un lugar como para montar peregrinaciones; pero sonaba a territorio Blockchain. Si Zug evoca el paraíso, aunque sea fiscal; China evoca más la antesala de un infierno hipertechfordista, casi en los subsuelos, y rodeado de gases nocivos. A pesar del lavado de cara medioambiental que pretende Xi Jinping, el país asiático es actualmente responsable de la cuarta parte de las emisiones de dióxico de carbono.

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China, tecnología y emisiones cero en 2060

El crecimiento económico chino ha estado fundamentado en la emisión de humo a mansalva: fábricas y fábricas, chimeneas y chimeneas. ¿Podemos imaginarnos las granjas de minería Blockchain de otra forma? Sin embargo, ahora la política de China ha dado un giro radical con respecto al cambio climático. En el momento del Acuerdo de París, tanto Estados Unidos, como China, estaban entre los más esquivos al mismo. Pero, ahora, el actual “Timonel” de la política china se ha convertido en uno de los principales impulsores del Acuerdo, comprometiéndose a emisiones cero en 2060. Hay quienes piensan que este cambio tiene mucho que ver con su estrategia de convertirse en referente tecnológico mundial, en todos los ámbitos, incluyendo el de la tecnología productora de energía limpia.

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El caso es que, para dar muestras de su voluntad, ha decidido controlar la minería de criptomonedas. Lo ha hecho el pasado mes de abril, asumiendo una mayor supervisión sobre el gasto energético de los centros o granjas de minería. Aun cuando la decisión suena más bien a quitarse de en medio a las criptomonedas, que tienen una lógica muy distinta a la del capitalismo de estado que propugna China, y dejar el espacio libre para su yuán digital, parece amenazar el territorio fabril de Blockchain por antonomasia.

 Miami, las palmeras de Blockchain

Quizá lo mejor de los sueños en Blockchain es que no tienen un punto en el globo terráqueo y que su territorio es todo el planeta. Que esto es un indicio más del cambio revolucionario que implica esta tecnología. Pero, mientras adoptamos otra forma de pensar… seguimos buscando un centro de gravedad permanente.  Algunos territorios, como la ciudad de Miami, se han dado cuenta de nuestras angustias e intentan que situemos Blockchain bajo su sombra. Por eso ha dado cobijo a la Bitcoin 2021. Como ha dicho su alcalde, quiere convertirse en la Silicon Valley de Blockchain. Es decir, quiere territorializar lo desterritorializado.

Imagen de Hands off my tags! Michael Gaida en Pixabay

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Javier Callejo
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